8. Lugares Públicos

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Celos.

Marc ardía de celos en medio del campo y no podía hacer absolutamente nada, solo podía limitarse a ver cómo su esposo estaba riendo y bromeando con un jugador del equipo rival entre cada jugada.

Sabía perfectamente que Frenkie lo estaba haciendo adrede. De solo pensar en el berrinche que su esposo le estaba haciendo, le da dolor de cabeza.

Lleva enojado con él desde hace dos días, y Marc ni siquiera sabía por qué. Intento hablar con él durante el viaje de ira a Sevilla, pero Frenkie se limitó a dormir y darle la espalda.

Vio rojo cuando el otro jugado lo abrazó más tiempo del que le hubiese gustado. ¡Y su esposo se lo permitió!

Su enojo le sirvió para defender la portería con ferocidad y decisión, no permitiendo que le anoten ni un gol. Si era sincero, no sabía ni cómo tolero el medio tiempo y la letanía de Xavi.

—Frenkie —intentó tomar su muñeca.

—Ahora no, Marc.

El alemán tenso la mandíbula y a grandes zancadas fue tras él. Agarrando su codo con fuerza, sin opción a zafarse.

—Yo creo que sí. Basta de tu berrinche.

—¡No es un berrinche!

—Entonces dime que es, porque te estás comportando como un niño de cinco años.

—¡Ese es el problema! —el rubio se soltó con brusquedad —¡Tú siempre minimizas mis palabras o mis sentimientos!

—Eso es mentira. Lo sabes.

Frenkie lo sabía perfectamente, pero en ese momento estaba sensible, tenía las hormonas bastante alteradas y cualquier cosa lo ponía de malas.

—¡No es cierto! ¡Tú nunca me escuchas! Siempre tengo que estar repitiendo todo.

—¿Qué?

—¡Agh!

El grito de Frenkie atrajo atención innecesaria, varios reporteros comenzaron a dirigir sus cámaras hacia ellos. Marc tomó de los hombros a su esposo y lo empujó con suavidad hacia una puerta a su izquierda.

Ni Frenkie, ni él necesitaban ese tipo atención extra. Marc comenzaba a perder la paciencia, algo que casi nunca pasaba con su esposo. Lo metió en uno de los vestidores anexos que tenía el campo, el cual solo era ocupado para algún tipo de fisioterapia, por lo que en ese momento se encontraba solo.

—Basta, Frenkie. Estas haciendo un berrinche de nada. ¡Ni siquiera sé de qué está enojado!

—¡Ves! ¡Ni siquiera me prestas atención! Llevo toda la semana, diciéndote que quiero ir a Holanda a ver a mis papás para que conozcan a Ben y no me haces caso.

—Cariño, te dije que sí iríamos, cuando ambos tuviéramos nuestro día libre —su esposo se cruzó de brazos.

—Olvídalo, Marc. Iré solo o tal vez, me busque a alguien que si me haga caso.

El alemán perdió la paciencia y la compostura. Empujó a Frenkie hacía el banquillo que había enfrente de los casilleros, sus brazos acorralándolo e impidiendo que se moviera.

—¿Esto es algún tipo de protesta solo porque ayer no pudimos terminar con nuestros asuntos?

La respuesta vino con un sonrojo y una mirada avergonzada por parte del menor.

—Me voy.

Sin embargo, Marc alcanzó a tomarlo del codo y lo empujó contra el banquillo que tenían los casilleros, sentándolo de golpe. Frenkie observó los movimientos de su esposo con sorpresa.

—¿Quieres atención? Eso te voy a dar.

Sin delicadeza bajó sus shorts y sus bóxeres, dejando a la vista el miembro semierecto del menor. Se arrodillo entre sus piernas y pasó su lengua por toda su extensión. Desde la base hasta la punta, chupando el glande.

—¡M-Marc!

El alemán alzó su mano y metió su dedo de medio e índice dentro de la boca contraria en un intento de callarlo, sin embargo, Frenkie chupó y lamió los gruesos y largos falanges. Si algo amaba de su esposo, eran sus dedos, grandes y largos que lo han llevado al éxtasis más veces de las que puede contar.

—Pequeña zorra, mira como chupas mis dedos —Marc los llevó a su entrada, masajeándola.

—Marc... —Gimió cuando el alemán alzó sus piernas y las recargó sobre sus hombros, dándole un mejor acceso a la zona.

—Guarda silencio, cariño. No queremos que alguien venga y nos descubra. ¿Verdad?

Frenkie negó con la cabeza y mordió su labio inferior. Aguantando los sonidos que su garganta quería soltar. Una de sus manos estaba aferrada al cabello castaño de su esposo, que se encontraba entre sus piernas. Tuvo que cubrir su boca con su mano cuando ya no pudo contener los jadeos y los gemidos.

—¡Ah!

Cerró los ojos, sintiendo sus piernas temblar, incluso cuando estaban sobre los hombros del castaño. Marc, en cambio, gozó de las muecas y del esfuerzo que su chico estaba haciendo por tragarse sus sonidos.

Y si no fuera poque estaba vulnerables, haría que no se contuviera. Sonrió victorioso cuando Frenkie llegó al orgasmo, curvándose por completo en el banquillo, sus manos se enterraron en el colchón que este tenía y sus piernas se contrajeron en leves espasmos.

Marc se levantó mientras se limpiaba la comisura con gula y gozo, se inclinó sobre el cuerpo débil y tembloroso, regalándole un beso. Permitiendo que se probara.

—Que buen chico has sido, conteniendo todos esos gemidos. Tal vez te folle cuando termines con esto. Tal vez, si no vuelves a ponerme a prueba.

—Yes, daddy.

Frenkie salió 5 minutos tarde, recibiendo un regaño de parte de Xavi. Costándole su lugar como titular en el próximo juego. ¿Valió la pena? Definitivamente sí.

 ¿Valió la pena? Definitivamente sí

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Entre sábanas y rosas | MarcfrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora