12. TOYS

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Marc sonreía a lo lejos. El enojo de su novio lo único que hacía era alimentar su travesura.

Se recargó sobre su mano en la mesa, divertido por la situación. Frente a él, Frenkie estaba platicando con algunos compañeros de la universidad.

Aunque aparentaba sentirse relajado y feliz, Frenkie no dejaba de lanzarle miradas de reojo, y en algunas ocasiones, cuando sus amigos se distraían lo volteaba a ver con el ceño fruncido.

Marc sin poder evitarlo, siempre que sus miradas se cruzaban le regalaba sonrisas burlonas y divertidas.

—Quita esa sonrisa o te la quitare... —Frenkie se inclinó sobre él, recargándose sobre la mesa.

La risa de Marc apenas se alcanzó a oír ante el estruendo de la música. Y sin decir alguna palabra, alzó su mano izquierda.

Entre sus dedos índice y pulgar sostenía un pequeño control desde su argolla, y lo movió a ambos lados, causando más diversión en su expresión ante la molestia del menor.

—Lo siento, mi amor. Pero alguien debe cumplir su parte del plan.

—¡Esto no era parte de la apuesta!

—La apuesta era usarlo en público bajo mi supervisión y yo tomaría las mejores decisiones sobre su uso... y mi decision es que en este instante se encienda.

Con impotencia, Frenkie observó cómo su novio encendió el vibrador. Cerro los ojos sobresaltado cuando el juegue empezó a vibrar dentro de él, estimulándolo.

—Marc, basta. —gruñó.

—¿Qué le suba, dices?

Sus brazos empezaron a temblar, provocando que estuviera a punto de dejarse caer sobre la mesa. Se tragó un gemido con dificultad.

Soltó un suspiro de alivio cuando Marc apagó el juegue. Tomándole todavía un par de segundos estabilizarse antes de enderezarse.

—Te odio.

Frenkie se arrepentía profundamente de haber apostado con su novio. Hace tan solo una semana atrás, había sido el mundial 2014.

El gran final.

Alemania vs Argentina.

El menor había apostado que Argentina iba a ganarlo, mas que nada, por molestar a su novio.

Marc, muy cínico le propuso una apuesta. Si Argentina ganaba, él sería su fiel sirviente que viviría y moriría por Frenkie.

Pero, si ganaba Alemania, el neerlandés tenía que usar un juguete sexual durante la reunión que tenían esa semana con sus compañeros de universidad.

Siendo todo controlado y supervisado por Marc. Al principio, el neerlandés estaba demasiado confiado, burlandose y bromeando sobre el tipo de cosas que obligaría a su novio a hacer en su castigo, al menos, hasta que el gol de Alemania sentenció la final.

Ese día, el alemán no mencionó nada, ni en los próximos tres días, Frenkie llegó a pensar que se le había olvidado la apuesta.

Pero algo debía aprender, y es que, a su novio no se le olvidaba nada. Y menos una apuesta.

Justamente en la mañana del siguiente sábado, después de salir de bañarse, se encontró a Marc casi listo. Y todo hubiera ido muy bien, sino hubiese visto su sonrisa maliciosa.

—¿Listo para cumplir tu parte de la apuesta? —cada paso que Marc daba, Frenkie retrocedía.

—¡Marc! —el rubio soltó un jadeo cuando fue alzado de la cintura y cargado cómo sacó de papas sobre el hombro del mayor.

Entre sábanas y rosas | MarcfrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora