capítulo 25.

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Lewis

Me siento en paz, como nunca antes, soy un hombre totalmente nuevo, bendito sea el colágeno que viene traído directamente desde Cali, Colombia y que tiene ojos verdes como un jade.

Bendita sea el día en que me convertí en un marihuanero roba órganos, bendito sea el día que conocí a esa mujer.

Me encuentro en un momento de éxtasis después de haber consumado lo que sentimos, pero que no somos capaces de decir en voz alta. Pero también hay un sin sabor dentro de mí.

La herí y fue intencional.

No me puedo excusar después de lo que le hice. No fuí infiel, jamás lo sería, pero la engañé; le hice creer que estuve con otra persona para demostrar que no me estaba enamorando de ella, o que no tenía un poder fuerte sobre mí, aún sabiendo que si ella me pide que me arrastre por el suelo como gusano lo haría sin pensarlo dos veces.

No logro estar completamente feliz sabiendo que vino aquí con el corazón roto, pidiendo migajas de amor, cuando se merece que la lleven al espacio.

—¡Lewis! —un grito me saca de mis profundos pensamientos

—Oliver, cállate y déjame en paz —respondo después de un bufido


—Lewis —ahora toca la puerta de mi habitación

—¿Qué parte de no quiero ver tu horrible cara no has entendido? —grito

—Yo tampoco quisiera ver la tuya, pero bueno, no somos tan privilegiados —responde del otro lado —. Abre o entro y te saco de las patas

—¡Nadie pondrá un pie en esta habitación! —a excepción de Sofía, obvio

—No quisiera a entrar y ver la prueba de que tú y Sofi, bueno, ya sabés, estaban llamando a la cigüeña —se burla

—¿Cómo sabes? —Carraspeo al otro lado de la habitación

—Bueno, tal vez cierta cajera lo divulgó por todo el principado

—Carajo —murmuro

Puedo imaginar a Sofía roja como un tómate, también con el ceño fruncido observando su teléfono, pero sobre todo con unas ganas intensas de darme una cachetada, una patada en los huevos, tambien creo que me quiere colgar de ellos. O peor aún...

Me los cortará.

—¿Creés que me quiera cortar los huevos en este momento? —salgo corriendo de mi habitación, necesitando respuesta de un hombre sabio

—Es probable —asiente —. Y no solo esos, tu lengua suelta también

—Y luego se los dará de comer a los perros —murmuro

—Oh, no —niega con asco —. Ya están caducados

—Hijo de —hago silencio escuchando pasos por el pasillo de las habitaciones de huéspedes

—Buena suerte —Oliver me sonríe y después mira hacia la parte baja de mi cuerpo —. Eso dolerá

—¡Deja de burlarte de mí y mi abundancia! —reprocho

Colombian Girl »Lewis HamiltonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora