27| Preparativos

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Por suerte, la noche transcurre tranquila

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Por suerte, la noche transcurre tranquila. Mi hermano me echa un ojo cada que puede, y lo entiendo, entiendo porque lo hace; pero eso no quita el hecho de que sea exasperante. Lo peor de todo es que no siempre fue así, es como si lo de Jacob lo hubiera traumado más que a mí.

Río para mis adentros.

En cuanto a papá, bueno, él realmente se ve feliz de compartir con la familia. Y aunque no esté con mamá, sin dudas prefiero esto a una familia disfuncional de padres que no sienten nada el uno por el otro.

Eso me lleva a otro punto: Luka.

Todavía no sé qué es lo que quiere hacer con su asunto, y es lo que más confundida me tiene; siempre habla del tema como si fuera un enigma, o al menos eso siento yo, que me deja las cosas a medias.

Después de despedir a todos los invitados —papá y mis tíos tienen reservaciones en un hotel, así que no estarán en casa; a diferencia de Luka con el que aún no sé qué hacer—, me dirijo al sofá y me tumbo en este, junto al ojiazul, quien está bastante adormilado; yo estoy igual.

—¿Te quedas o vas a tu casa?

—¿Por? —cuestiona él, y esboza una sonrisa de labios sellados—. ¿Quieres que me vaya?

—Sabes que no me refiero a eso, bobo.

—Shh, boba tú —se defiende, apenas puede mantener abiertos los ojos.

—¿Podrías dejar de evitar el tema?

Suelta un leve suspiro y voltea a verme.

—No quiero volver a casa...

—Sabes que no puedes quedarte, mamá no puede saber... Bueno, que tú y yo... —carraspeo—. Además, está Mathías, no creo que le haga mucha gracia.

—Si, ya lo sé —se pasa el cabello hacia atrás, con algo de frustración—. Solo que aún no quiero volver.

—¿Al menos me dirás por qué viniste?

—Yo... —aprieta los labios, como si se contuviera—. Es navidad, realmente prefiero no hacerlo, ¿está bien?

Bajo la mirada, resignándome, y ambos quedamos en silencio. Luka saca su celular del bolsillo, y revisa la hora.

—Son las cuatro de la madrugada, debería irme. Además, de seguro en casa ya están dormidos... ¿Te veo después?

—Si... claro. Te acompaño a la puerta.

Nos ponemos de pie, y lo acompaño. La penumbra de la sala se ve interrumpida por la luz tenue de la lámpara del pasillo. Al llegar a la entrada, nuestras miradas se cruzan, y por un momento, parece que hay algo más que quiere decir.

—Te quiero mucho, Emmy. Gracias por lo de hoy, en serio.

Asiento, sintiendo que estoy a punto de dormirme. Entonces besa mi mejilla, y otra vez sonrío ligeramente mientras lo veo marcharse.

Qué Asco El AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora