46| Te amo

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A las cuatro de la tarde, la luz dorada de la primavera baña la ciudad en tonos cálidos y acogedores

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A las cuatro de la tarde, la luz dorada de la primavera baña la ciudad en tonos cálidos y acogedores. Mientras el auto avanza lentamente por las calles adoquinadas, me recuesto en el asiento trasero, disfrutando del paisaje que se despliega a través de las ventanillas.

La radio llena el silencio con una melodía alegre que tarareo suavemente, sintiendo cómo las notas se mezclan con el suave murmullo del tráfico. Los edificios antiguos y pintorescos, en tonos pastel de terracota y crema, parecen susurrar historias del pasado mientras nos alejamos.

Al llegar a casa, el ambiente se siente... extraño. Porque cuando dejo mi mochila en el recibidor, el silencio es intranquilo. Me dirijo hacia la cocina, donde encuentro a Mar, de pie frente a la mesa con una mano sobre la boca. Su rostro refleja una mezcla de shock y preocupación, como si hubiera sido sorprendida por un golpe inesperado.

Un leve murmullo proviene de su celular, que descansa sobre la mesa, interrumpiendo el silencio. Me acerco lentamente, curioso, mis pasos suenan suaves sobre el suelo de cerámica blanca. Al llegar a su lado y observar la pantalla del teléfono, la comprendo de inmediato.

—En las últimas noticias —inicia una mujer vestida de traje—. Lorenzo Macciavello, dueño de la prestigiosa cadena hotelera Macciavello, ha sido reportado fallecido tras casi un mes de internación en el California Pacific Medical Center de San Francisco.

Mar sigue de pie, inmóvil, con los ojos fijos en el celular. La preocupación en su rostro es palpable, y siento una mezcla de empatía y desconcierto.

No tengo palabras para ofrecerle, no porque me falten, sino porque la noticia no ha logrado penetrar en el tejido de mis emociones.

>>El magnate había estado lidiando con severas complicaciones, incluyendo infecciones graves, sistemas inmunitarios comprometidos y una significativa pérdida de sangre tras un atentado en el restaurante Acuarela en dicha ciudad.

—Es imposible —murmuro para mí mismo, mientras mis ojos recorren las imágenes de Lorenzo en la pantalla—. Él no...

Se ven coches negros, y gente con traje frente al hospital. Periodistas, fotógrafos... Es un despelote.

Mar se acerca, sus manos temblorosas buscando consuelo mientras me observa. Su preocupación es genuina, y puedo ver el esfuerzo en sus ojos por encontrar las palabras adecuadas.

—Ay... Luka, cuanto lo siento mi niño.

—Marta... —mi móvil empieza a vibrar en mi bolsillo, cosa que me extraña.

Al tomarlo, tengo una llamada entrante de Marco, y segundos después, me llegan varios mensajes de Juhlia. Mierda, esto va a colapsar muy pronto.

—¿Luka?

—Perdón Mar, necesito salir a tomar aire.

La morocha me observa mientras me dirijo con prisa hacia la puerta trasera, en dirección al jardín. Y todo en mi cabeza empieza a funcionar con fluidez atando cada cabo suelto de las conversaciones con el malnacido.

Qué Asco El AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora