II - Educación

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Un niño de 5 años caminaba lentamente por los silenciosos e oscuros corredores del castillo mientras abrazaba una almohada y se frotaba sus ojos a la vez.

— ¿Mamá? —preguntó y no tuvo respuesta—¡¿Mamá?! —preguntó de nuevo subiendo un poco más la voz.

Al no tener ninguna contestación de su madre, decidió volver a su habitación agotado, cuando de repente una de las puertas del pasillo encendió unas luces, iluminando un poco en el interior de aquella habitación. Marcando que alguien estaba adentro.

Con cautela el pequeñín se acercó a la puerta, abriéndola con lentitud.

Encontró a su madre recostada en un enorme sofá, escuchando una melodía triste y suave en un tocadiscos, con un vaso de vidrio vacío casi cayéndose de sus manos. Se veía demasiada cansada, por sus grandes ojeras y su cabello totalmente despeinado. Aparte, no traía su corona.

Llevaba puesta una larga bata blanca con encaje transparente. Lo curioso de todo es que sus ojos se notaban hinchados y rojos.

El niño al ver en la situación en la que estaba apretaba su madre, se dispuso a dejarla sola. Tal vez mañana la vuelva a ver, o eso es lo que él suponía. En estos días, sus padres no le prestaban la atención que merecía.

A pesar de que la reina siempre buscaba obtener al menos 5 o 10 minutos de compañía con su hijo, no podía debido a la carga de trabajo que compartía con su esposo.

En su mayoría, viajaban o impartían discursos en otras partes del mundo de los cuentos de hadas. Esto último lo hacía más la reina que el rey malvado. 

En fin, cuando el niño estaba por ir a su habitación una voz lo detuvo.

—Roland...¿Eres tú? —preguntó la mujer.

Entones se dio la vuelta.

— ¿Qué ocurre? —quiso saber la reina mientras sonreía para no asustar al niño ni levantar sospechas sobre su problema.

—Tuve una pesadilla —respondió el pequeño aún sin entrar a la habitación.

La reina se levantó del sillón, colocó su vaso en una mesita y por último se acercó al tocadiscos para apagar la música.

Se sentó de nuevo en el sillón y le hizo señas para que se sentara junto a ella.

Roland captó su gesto y corrió hasta ella, envolviéndola en un cariñoso abrazo.

—Es la tercera vez que tienes una de esas pesadillas —suspira ligera— ¿Qué es lo que ves en ellas?...—le cuestionó a su hijo acariciándole el cabello.

Roland guardó silencio unos momentos, cuestionándose si era correcto contestar.

—¿Y bien?

Roland no se resistió más y prefirió contárselo.

—Había...un pozo —empezó a hablar en voz baja.

—¡¿Un pozo?! —se sorprendió la reina, ocasionando que el niño se incomodara un poco ante su reacción. Roland asintió con la cabeza

—También soñé que unos niños huían de mí y me gritaban "Aléjate" o algo así —comenzó a sollozar, recostando su cabeza en el pecho de su madre— ¿Por qué todos nos tienen miedo, mami?

La reina no sabia que decir. Tampoco era fácil decirle la verdad, era solo un niño.

Tal vez sea mejor ocultarle la verdad hasta que sea mayor.

—Sabes...no deberías creer en todo lo que sueñas hijo. Te digo algo, yo también he tenido sueños así, y en uno de ellos te vi a ti —sonrió ampliamente—. Ya eras todo un hombre, ayudabas a la gente con tus maravillosos poderes.

ONCE UPON A TIME A FairytaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora