Capítulo 5.

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Me senté en mi coche después de escuchar las palabras que me había dicho Pablo, y las lágrimas empezaron a caer sin poder detenerlas. Mi cabeza no dejaba de recordar todos los momentos felices que compartí con él, momentos bonitos que ahora parecen lejanos y borrosos. Recordé nuestras risas y cómo nos entendíamos con solo una mirada.

Recuerdo perfectamente aquella noche en el concierto de Pablo Alborán en Barcelona. López y yo estábamos en una zona vip, en la que solo había gente conocida, pero para nosotros fue como si estuviéramos solos en un mundo lejano. El cante de nuestro amigo resonaba en el aire, mientras sus ojos se encontraban con los míos de la manera más especial que puede existir. Sentíamos la magia del momento, como si el universo estuviera celebrando nuestro propio concierto privado. La canción que estaba sonando justo en ese instante era "Prometo", exactamente la frase "Te prometo, que vamos a volvernos, eternos". En ese instante sentí como esa melodía formaba parte de la banda sonora de nuestra historia.

En un abrir y cerrar de ojos, ese momento se desvaneció en mi mente, y comencé a recordar otro.

Ambos nos encontrábamos en su casa, al lado del piano, era la primera vez que escuchaba una canción compuesta por él, la cuál me había confesado que había escrito pensando en mí. A medida que iba cantando, me iba dando cuenta de que la letra era como un poema musical que no dejaba de relatar nuestras vivencias compartidas. Mis ojos cristalinos, no dejaban de mirarle dulcemente, cuando acabó de expresar ese último párrafo que decía: "Sólo quiero volver a verte, y despejar las dudas que me quedan, no sé si te abracé lo suficiente, o nos ganó la prisa traicionera. Vuelve yo te espero aquí, aquí, aquí.."
Al terminar no dudó en cogerme la cara, secarme las lágrimas que salían de mí sin parar y dejarme un tierno beso en la frente.

Y, cómo no, aquel primer beso.

Estábamos en el aeropuerto de Madrid, antes de irme a dar dos de mis conciertos del "Oxígeno Tour" en Canarias. Fue un momento cargado de emociones y nervios. Feliz por ese doblete que iba a hacer con toda mi gente canaria, pero a la vez un poco triste por despedirme de López.
El murmullo de la gente y los megáfonos anunciando despegues y llegadas, era un poco estresante. En una esquina, justo antes de pasar por el control policial, nuestras miradas se entendieron perfectamente. Pablo acercó su rostro al mío, agarrándome de la cintura y sin pensarlo dos veces, me impulsó con fuerza desde mi nuca a su boca. Nuestros labios se fundieron fugazmente y sentí una conexión, que jamás había sentido. Parecía como un recordatorio de que, a pesar de los kilómetros que nos iban a separar por un fin de semana, íbamos a estar conectados de alguna manera.

Salí de mis pensamientos y decidí ir en busca de Lucía, a casa de su padre. Pero al llegar, Iván se percató de mi estado. Tenía los ojos llorosos a la vez de hinchados.

I: Malú, ¿qué ha pasado?

- Nada, Iván. A ti no te incumbe lo que pase en mi vida, más allá de nuestra hija. - dije reteniendo mi llanto.

I: Ya, pero a pesar de todo lo que haya pasado entre nosotros, me sigo preocupando por ti, aunque no lo creas.

- Jajajaja, anda ya, no seas cínico y tráeme a Lucía.

I: Hasta que no me cuentes qué es lo que te ocurre, no vas a ver a la niña. - respondió amenazante.

- Pero, ¿tú te estás escuchando?, quítate de ahí - le empujé al dar por terminada la conversación, a la vez que entraba por la puerta.

Al encontrarme a mi hija en el sofá esperando por mí, no dudé en abrazarla.

- ¡Ay, vida mía, pero que guapa estás! - exclamé con voz infantil.

L: Maaaaamaá - gritó abalanzándose sobre mí, para que la cogiera.

Al tenerla encima, cogí su mini mochila y salí disparando por la puerta, mientras su padre se encontraba con cara imbécil siguiéndonos con la mirada.

Al llegar a casa, mi madre nos estaba esperando, algo que se había convertido en rutina estos últimos meses al no tener un estado de ánimo más o menos estable, por la situación que estaba atravesando. Ella me estaba ayudando con la niña y las tareas de la casa, algo que le agradecía infinitamente.

P (Pepi/Mamá): Cariño, te he preparado una infusión para aliviar el cansancio, yo mientras me ocupo de Lucía, no te preocupes. - me comentó mientras me besuqueaba al no verme de la mejor manera, aún sin preguntarme qué me ocurría, algo que me sorprendía.

- Gracias mamá, no sé qué haría sin ti. - respondí mientras se iba a dormir la niña.

Al estar sola en el salón, un nudo en la garganta hizo acelerar mi respiración. Empecé a culparme a mí misma por no haber sido capaz de responderle a López, me había comportado una vez más como una completa estúpida. Yo era el centro de todos los problemas que se paseaban por mi cabeza.

Al oír los pasos de mi madre bajando por las escaleras, intenté recomponerme rápidamente, pero como no, me conoce más que a mí misma y se dio cuenta de que no estaba bien.

P: Malú cariño, ven, siéntate aquí. Sé que no estás pasando por una buena racha, pero sabes de sobra que aquí tienes a mamá para ayudarte en lo que necesites. Si necesitas llorar, es lo más normal del mundo, hija. ¿Quieres contarme qué ha sucedido, o prefieres que te deje sola?

- Mmmm..no, quédate conmigo por favor. Esta mañana no estaba bien por un problema que surgió con Iván y de pronto apareció López para decirme que debíamos entrar a ensayar. Al girarme le grité inconscientemente, luego tuve una pequeña charla con Alborán y me aconsejó que fuera a pedirle disculpas al acabar el ensayo. Eso hice, pero...

P: ¿Pero...?

- Pero al disculparme, me sacó el tema del pasado y me puse a la defensiva sin querer escucharle. Al marcharme escuché como decía que aún seguía queriéndome.

P: Y, ¿sigues sintiendo algo por él y te atormenta el hecho de aceptarlo?, cuéntame.

Hasta que el sol deje de brillar - PalúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora