Capítulo 6.

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Por un momento me mantuve en silencio para poder expresarle mis sentimientos a mi madre. Era la única persona que conocía todas mis virtudes y defectos, y siempre tenía una solución para poder ayudarme. Además, era mi pilar fundamental, a la primera persona que acudiría en cualquiera de los casos.

- Eso es lo que me gustaría saber, mamá. Lo que más me duele es recordar cómo terminó todo con Pablo y me molesta porque nunca me lo esperé ¿sabes?

P: Lo sé, cariño. Fue una situación muy difícil para ti.

- Pero ahora, al verlo de nuevo, se me ha removido algo en mi interior como si quisiera contarme algo. Me siento tan perdida...Tengo miedo, miedo de volver a pasar por lo mismo, de abrir mi corazón y volver a salir lastimada. - expliqué.

P: Comprendo, mi amor. ¿Has pensado en hablar con él y expresarle tus emociones? - preguntó.

P: Bueno, yo te aconsejaría que lo llamaras o escribieras a ver si tiene algún hueco libre para hablar, ya sabes, ahora está liado con su nuevo disco. Pero sería muy honrado y diría mucho de ti como persona, ese simple gesto. -me aconsejó.

- No lo sé, tengo miedo de que me vuelva a hablar sobre el mismo tema. ¡y si termina igual de mal que hoy?

P: Entiendo tu preocupación, pero recuerda que todo lleva su tiempo. Hazme caso, confío en que todo saldrá bien.

- Está bien, mañana le escribiré para ver cuando podemos vernos. Necesitaba contarte lo que siento, gracias por escucharme - le agradecí tiernamente.

P: No tienes que darme las gracias por nada, tonta. - dijo mientras me acurrucaba entre sus brazos.

- Te quiero mucho, mamá.

P: Y yo a ti, mi vida.

Me despierto con la cabeza llena de pensamientos y siento un nudo en el estómago. Anoche fue un torbellino de emociones, y como me dijo mi madre, necesito aclarar las cosas y disculparme con Pablo. Tomo mi teléfono y decido enviarle un mensaje:

- Buenos días, Pablo. Necesito hablar contigo, ¿tienes algún hueco para poder vernos hoy?

No pasan ni diez minutos cuando recibo su respuesta.

P: Hola, claro. Pásate a la hora que quieras, estoy en casa. - respondió

- Vale, gracias. Sobre las cinco estoy allí.

Me siento aliviada al obtener una respuesta positiva por su parte.
Las horas pasan lentas mientras me preparo mentalemnete para hablar con Pablo. Cada minuto más, es un minuto menos para la hora de la merienda y mi ansiedad aumenta por momentos. Me he decidido por ir vestida con unos vaqueros negros y una sudadera color vino, colores que hacen sentirme segura de mí misma. Me maquillo ligeramente, pero los pensamientos siguen revoloteando en mi cabeza.

¿Cómo debería comenzar la conversación cuando llegue a su casa? Estoy nerviosa y ansiosa, pero sé que debo aclarar las cosas. Salgo de casa con el corazón latiendo fuerte y me dirijo a casa de Pablo. Al llegar, respiro profundamente y toco el timbre.
A los pocos segundos, lo veo abriendo la puerta con una sonrisa amigable y desconcertada, pero aún así, me saluda con dos besos.

P: Entra, anda, no te quedes ahí parada y toma asiento - dice invitándome a pasar

- Gracias - respondo mientras me siento en el cómodo sofá junto a él.

P: Bueno, tú dirás de qué quieres hablar.

Siento un nudo en la garganta, pero respiro y decido empezar soltando todo lo que tengo dentro. Primeramente, la disculpa que se merece.

- Lo siento, Pablo - comienzo mirándole a los ojos. - Lo siento por irme tan repentinamente el otro día. No sabía cómo afrontar la situación y mi única vía de escape fue marcharme sin decir ni una sola palabra. Puede que esto no justifique lo que hice, pero creo que una vez más, te mereces una disculpa por mi parte.

Él asiente con comprensión, pero su expresión refleja curiosidad por lo que pueda seguir saliendo de mi boca. Me dispongo a continuar, tratando de explicar lo que pasa por mi mente y corazón, pero me interrumpe.

P: Un momento, antes de seguir con esta conversación, ¿te apetece un café? - me invita

- Mmm..vale, estaría bien - contesto con timidez

Narra Pablo.
Termino de preparar los cafés con cuidado, sintiendo la tensión en el aire. Llevo las tazas hacia el salón, pero justo antes de dejarlas sobre la mesa, ocurre algo inesperado. Una de las tazas se me escapa de las manos y cae al suelo. Antes de poder reaccionar, Malú se levanta de su asiento y se agacha para ayudarme a recoger los restos de esta.

Ambos nos inclinamos al mismo tiempo para recoger los cristales rotos, y nos levantamos simultáneamente, quedando a escasos centímetros uno del otro. La atmósfera se carga de un silencio denso, y al notar como sus ojos se desvían a mis labios, me acerco lentamente a los suyos. Mi mano encuentra su nuca, y en un instante, nuestros labios se encuentran en un beso que rompe la barrera de tensión acumulada.

Malú parece sorprendida e indecisa al no esperarlo, pero se deja llevar por el momento. La intensidad del beso se mezcla con el aroma del café recién hecho.

Al separarnos, la timidez se apodera de nosotros, y ella rompe el hielo soltando una frase que me deja totalmente confuso y aterrado.

M: Pablo, dime que esto no acaba de pasar - soltó con un hilo de voz.

Hasta que el sol deje de brillar - PalúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora