-CAP 5-

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No fue sencillo. Los choques culturales que tuve allí les provocaba carcajadas a cualquiera, pero, ¿Cómo carajo iba a saber usar palillos chinos?, ¿Que sus comidas eran exóticas y raras?.

Ahora mismo mi rostro mostraba confusión. Ahora mismo tenía una... ¿Hapu? ¿Hanku?... ¡Hanfu!, si, eso, un traje tradicional de su país.

En el enorme espejo del lujoso lugar, unas muchachas con atuendos parecidos mantenían un semblante bajo en la presencia de China.
Un rojo refulgente resplandecía en la tienda y de todas las decoraciones de allí. Dorado por aquí y por aca. Mi vista volvió a mi reflejo, una bata parecida a un piyama colgaba en mis brazos y cubría mis piernas. Un silencio invadía el lugar, no me veía nada mal. Parecía una novia con aquel blanco puesto en mi cuerpo.

-Me gusta ese color -. Dijo mirándome desde lo bajo, pues estaba sobre unos escalones para ver mi ser. Lo mire desde lo alto y con una de sus manos me ayudó a bajar.
Nuestras salidas se hicieron habituales, me quería enseñar todo de su país. Y allí estábamos, saliendo de una de las cuantas tiendas que habíamos ido. Estaba abrumado, cansado, no me podía adaptar. Ni el idioma, el trato, las calles y la gente.
En un momento nos frenamos antes de cruzar la calle, esperando la señal para pasar. Él hablaba y yo no oía, me importaba un carajo de como, según él, podía llegar a ser más importante que USA, conociendo más su persona te dabas cuenta que no se alejaban el uno del otro, nada empáticos, narcisistas, crueles y grandes estúpidos, eran en uno para el otro. No lo niego, llegué a shippearlos, me parecía gracioso.

Volteé mi cabeza hacia un lado, ocultando mi risa y lo ví.

Una tele detrás de un cristal relatando un partido de fútbol, uno viejo. Era yo contra Brasil, un superclásico entre nosotros.

Mi ceño se frunció y mi mentón tembló, un vacío me llenó por completo, tan pero tan fuerte que flaquee. Yo sonriendo, haciendo un gol y festejando, mi hinchada gritando. Sentí como si mi cuerpo pesará. No me reconocía. ¿Ese muchacho era yo? No podía creer lo feliz que fui, con aquellos que compartí tantos momentos y que ahora estaba literalmente estaba en la otra parte del mundo. La ficha me cayó, me vendieron, ya no podía hacer nada.

Él me gritó, atrasaba la gente en nuestro camino. Me agarró de la muñeca tirándome a él.
Comencé a llorar, intenté tragar mis lloriqueos pero mi rostro se inundaba de lágrimas. Me vio y entendió todo, sabía, él sabía, pero como en estos últimos años de mi vida, me ignoró, ¿Qué esperabas? ¿Que te abrace y diga que todo está bien? ¿Qué te dejará ir como si nada? Sabía que estaba muy lejos de la realidad. De a poco iba borrando lo que era, lo que me distinguía del resto. No sería Argentina, solo un simple pedazo de tierra sin una gente que recordar, música qué escuchar o relatos que contar.

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