Una muerte des-anunciada

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Los años pasaron y ya no era tan feliz, merodeaba por los basureros, entraba a algún que otro local a comer comida recién preparada, conocía a algunos animales que quería matarme y otros que curiosamente solo me miraban con escepticismo, yo a veces tampoco entendía porque aún existía, quería acercarme y preguntarles: "¿Gustas matarme?" me acercaba y solo corrían, tal vez me hacía falta un baño. Hubo un momento donde me acerqué a la mascota de un señor y salió corriendo mientras gritaba y mantenía los brazos arriba del susto, el perro se quedó mirándome entre asustado y pidiendo ayuda. Era un perro domesticado, como la rata de casa que conocí. No sabía buscar comida, no sabía buscar agua, no sabía nada más que esperar a su dueño estúpido a que le diera comida, básicamente un idiota al igual que él dueño.

Decidí mostrarme gentil y llevarlo a comer en basureros y tomar agua de charcos, al parecer aprendió rápido. Era un buen perro, podía quedármelo pero no era lo ideal, tarde o temprano tendría rabia por comer tanta basura y después me comería, aunque mala idea no era. Lo dejé a su suerte y me marché.

Un día ya no lo encontré por ningún lado, quise suponer que lo habían encontrado, realmente eso deseaba, que hubiera seguido con su vida espectacular, pero no fue así... Él chico ya tenía otro perro, se repitió la misma historia y me preguntaba "¿Por qué los animales parecen reemplazables?" "¿Somos reemplazables?" y podría ser que la respuesta fuese que sí, no somos los mismos, no tenemos la misma suerte, no damos el mismo amor, no pensamos igual, pero al final a un corazón frío con necesidades, le da igual la fuente de donde se satisfaga la necesidad, sólo es una necesidad y ya está.

Encontré al perrito en un basurero, estaba todo sucio, con heridas y hambriento. Tenía los ojos con lágrimas, la mirada perdida y su cuerpo parecía ceder a conocer el famoso "he llegado a casa" pero no podía permitirlo, imagina un monstruo de esa magnitud en una bolsa negra celebrando que está en un basurero, creo que la idea no es más que asquerosa y cruel. Al final lo lleve a un lugar donde tiraban comida que no se vendía, un delicioso y sencillo manjar. El perro comía con apenas ganas, parecía no querer comida y al terminar apenas la mitad de una dona, vomitó, se acostó y pasamos ahí la noche; entre un estupefacto olor y un manjar a medias comer. Creo que está era la muerte ideal de una rata, morir a lado de una bestia que podía tragarte si él quería, sintiendo que eres dueño de sus impulsos y de sus miedos, sólo que no quería eso para él, no merecía la muerte así. Yo me sentía amado, él no.

A la mañana siguiente deambulamos por las calles para ver si alguien podía llevarlo a un lugar seguro, tuvimos poca o nula suerte. La vida parecía irse de su cuerpo y ya no quería presenciar más muertes, ya no. En ese momento sólo deseaba una cosa: Mi muerte.

A veces creemos erróneamente que todos vamos a ayudar y que por lucir decentes y por llevar un historial perfecto en la vida, somos perfectos. Pero, ahí tienes, una rata ayudando a existir al "mejor amigo del hombre". Básicamente una aberración de ser vivo auxiliando a otro que puede ser o no ser bueno, mientras los que nos cualifican son seres "imparciales".

Tal vez la realidad es que todos lo somos, él perrito al final encontró un hogar con un vagabundo, él señor lo adoptó y continuó su vida. Era feliz, por lo menos no terminó en otra muerte más. Al final iba a morir al igual que yo y al igual que todos, pero morir sintiéndose amado ¿Qué más puedes pedir? 

Crónicas de una rata muertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora