κεφάλαιο πέντε

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Louis despertó ese sábado con sus cantantes favoritos, que resultaban ser Miles y Audrey, dándole un concierto improvisado en el piso de abajo.

"Y me lanzaste las llaves del coche", reconoció Louis la risueña voz de Miles, su pequeño alfita.

"A la mierda el patriarcado", soltó Audrey con total desparpajo. Louis sabía que su padre, Hannibal, lo regañaría si supiera que su preciosa hija decía esas palabras, pero, en su defensa, Taylor, la hermana de Harry,  había escrito la canción; la culpa era de Taylor por tener canciones tan pegajosas.

"Estaba el llavero en el suelo", siguió Harry cantando, su voz resonando con una mezcla de diversión y complicidad. Louis sonrió inmediatamente al reconocer la entonación única de su alfa.

Se levantó de la cama, vistiendo solo sus bragas y una camiseta de Harry que encontró a mano. Bajó las escaleras con pasos ligeros y se topó con la entrañable escena en la cocina: sus tres chicos, de espaldas, moviendo las caderas y cantando mientras batían la masa de panqueques.

'Cause the players gonna play, play, play, play, play
And the haters gonna hate, hate, hate, hate, hate
Baby, I'm just gonna shake, shake, shake, shake, shake
I shake it off, I shake it off (ooh-ooh-ooh)
Heartbreakers gonna break, break, break, break, break
And the fakers gonna fake, fake, fake, fake, fake
Baby, I'm just gonna shake, shake, shake, shake, shake
I shake it off, I shake it off (ooh-ooh-ooh)

Si Louis pudiera imaginar un paraíso, este sería el escenario perfecto. Sus hijos y Harry, juntos y felices, creando un ambiente lleno de risas y complicidad. Louis no pudo evitar quedarse unos momentos en silencio, solo observando, agradecido por la dicha de tener a su familia unida en momentos tan sencillos y especiales como aquellos.

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Antes de dirigirse al club de campo, donde cada sábado se aventuraban debido a la extensa lista de amigos que Miles y Audrey habían hecho, la familia hace una parada obligatoria en la casa de Harry. ¿La razón? Los niños, en su alboroto matutino, olvidaron sus juguetes favoritos en la casa del alfa, elementos que, según ellos, eran cruciales para asegurar un día increíble.

"Harry, no queremos niños mimados", le recuerda Louis con una mirada juguetona, observándolo mientras se acomoda tranquilamente en el sofá de la casa de su alfa, mientras los niños revuelven la parte de arriba en busca de sus preciados juguetes.

"No puedo evitarlo. Sus ojos queman", gime Harry de manera dramática, y Louis no puede evitar sonreír ante la cómica actuación de su alfa. Decidiendo unirse a él en el sofá, Louis se acomoda en su regazo, provocando una risa ligera.

"Y no puedes culparme, tú tienes esos mismos ojos", lo acusa Harry con una sonrisa traviesa, mirándolo con complicidad.

Louis tira su cabeza hacia atrás, dejando que una carcajada ruidosa llene la sala. La risa de Louis es tan contagiosa que Harry no puede evitar unirse, creando una sinfonía de risas que parece llenar la casa con pura felicidad. En esos momentos, Harry jura que la risa de Louis es el sonido más hermoso de todos los tiempos, y se sumerge en la melodía mientras los niños, con juguetes recuperados, bajan las escaleras, listos para un día lleno de diversión en el club de campo.

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Después de finalizar su partido de tenis, en el que salieron victoriosos como siempre, Louis y Harry tomaron caminos separados para disfrutar de diferentes actividades. Mientras Harry, Kaia y otros amigos se dirigieron al campo de golf, Louis optó por quedarse en la cancha de baloncesto con los niños.

GentlemanWhere stories live. Discover now