Sonrío sintiendo sus roces sobre mi mandíbula y hago más firme mi agarre en su cintura. Ella besa mi mejilla, luego me da un beso en los labios, emite un sonido casi inaudible y vuelve a posar su cabeza en mi pecho.
—¿Qué pasa? —Lleva rato actuando de la misma manera, sé que algo le pasa y no se atreve a decirlo.
—Pensé que estabas dormido —suspira—. No te preocupes, no pasa nada, solo te observo.
—Deja de hacerlo, da miedo —bromeo y, a pesar de no estarla viendo, sé que acaba de rodar los ojos.
Suspira y entonces me veo obligado a abrir los ojos—. Dime que pasa, en serio.
—Quiero preguntarte algo, pero me parece demasiado estúpido y ridículo hacerlo, así que no lo haré.
Mi ceño se frunce. Ahora quiero, no, necesito saber qué está cruzando su mente en este instante, no importa si de verdad es ridículo o no.
—Dímelo —pido en un tono de súplica—. No podré seguir durmiendo si no lo haces.
Lo primero que se me ocurre es que se haya arrepentido de esto. Llevamos viviendo juntos dos días y, aunque para mí todo ha sido perfecto, quizá ella no lo esté viviendo de la misma forma. A pesar de ya haber hecho esto antes y encima cuando apenas nos conocíamos, entiendo que es un enorme paso y que perfectamente puede haberse asustado por la rapidez de las cosas.
—¿Todavía quieres que siga viviendo aquí? —Si es eso y no se atreve a decirlo debo generarle un espacio para que pueda hacerlo, lo último que deseo es que mi presencia la incomode.
Ella enciende la veladora encima de su mesa de noche y me mira con el ceño completamente fruncido. Abre y cierra los ojos repetidamente para luego llevar su mano a mi frente y suspirar aliviada.
—Por un momento temí que estuvieras delirando de fiebre —rueda los ojos—. ¿Te estás escuchando? Pareces loco diciendo esas cosas.
—No sé —sonrío de lado apoyando mi espalda en el respaldo de la cama—. Dime que pasa de una vez o acabaré armando teorías que de verdad van a dejarme loco.
—Es que siento que es un poco infantil —recuesta su cabeza sobre mis piernas y se cubre el rostro—. Cierra los ojos.
Hago lo que pide sin refutar mientras la escucho suspirar. Entreabro mis ojos cuando la siento moverse en la cama y su cabeza abandona mis piernas. Se sienta frente a mí de piernas cruzadas, me sentencia con el dedo al descubrir que la estoy viendo y yo río tirando mi cabeza hacia atrás.
—Promete que no vas a reírte —dice y yo asiento alzando el dedo meñique en el aire para que lo estreche con el suyo y sellar la promesa.
—Anda, dime.
Suspira—. Quiero saber cómo te enamoraste de mí, qué fue lo que te hizo saber que estabas enamorado, cuándo pasó, cómo... Quiero todos los detalles.
Vuelvo a tirar mi cabeza hacia atrás y sonrío con la imagen clara en mi mente de la primera vez que la vi y en lo único que pude pensar es es lo perfecta que estaba.
—¿Quieres la historia completa desde mi perspectiva? —Ella asiente—. Déjame pensar cómo empezar.
Saca a Harriet del cajón de la mesa de noche, la enciende y recuesta otra vez su cabeza en mis piernas clavando su vista en el techo mientras aguarda mis palabras.
—Esa noche la banda tocaba en el bar de Jefferson, Phebe se había enfadado conmigo porque besé a otra chica y se marchó. Ya iban dos veces que cancelábamos un show por sus berrinches y Jefferson nos había advertido que a la tercera nos quedaríamos sin trabajo así que desesperados comenzamos a buscar por todo el bar alguien que supiera tocar el piano.
ESTÁS LEYENDO
Las canciones que quiero dedicarte [✓]
Romance[EL ARTE DE UN CORAZÓN ROTO #3 🎤] Una estrella volvió a encenderse; aunque parezca imposible, Melody Corbyn regresó de la muerte y ahora sus fans esperan ansiosos a que ocupe su lugar como lo que siempre fue: la princesa del pop newyorquino. Mient...