La música se escucha a todo volumen, las jóvenes con poca ropa pasan entre los clientes sin poder evitar ser golpeadas en el trasero o escuchar comentarios obscenos, pero ellas están acostumbradas, por desgracia.Entre esas jóvenes está una chica de cabellos ahora oscuros y lacios con flequillo cubriendo su frente, su piel pálida y sus ojos maquillados para simular el golpe que tiene desde hace días. — ¡Jenny! El cliente del privado cinco te quiere a ti y a Nick — Una de las compañeras de Jennifer habla en tono más alto por culpa de la música a todo volumen, Jennifer suspira agotada mientras deja la charola en la barra.
— Ya había dicho que no puedo tomar ningún privado. — murmura agotada, pero al girar su mirada se encuentra con los ojos fijos y fríos de su "papi", aquel asqueroso hombre que la golpeó hace dos días. Jennifer no tiene opciones y eso la frustra. Suspira nuevamente— Diles que ya voy... — su compañera asiente con suavidad, sin poder evitar lanzar una mirada llena de pena a su amiga.
Los errores de su joven edad de dieciséis la hicieron caer en este agujero, conocer a aquel hombre fue su perdición y salvación por partes iguales, asqueroso, simplemente asqueroso.
La joven camina hasta el privado dónde se encuentra Nick, una joven de un par de años menor a Jennifer. Nick con su cabello corto y teñido de rubio, su delgado cuerpo llegando al borde de la desnutrición, su ropa corta y escasa apenas cubriendo su escaso pecho y su entrepierna, Nick está sentada en el regazo de aquel cliente, mimandolo y actuando como si fuera una niña mimada. A ellos les encanta eso, es asqueroso.
Jennifer no puede evitar fruncir el ceño pero se aguanta, pensando en aquellas metálicas manos que la sostenían de la cintura con tanto respeto y fragilidad la hacen volver a su rostro relajado. Con pasos calmados y seductores se sienta al lado del cliente, juguetea con aquel cabello oscuro, a ellos les encanta, les encanta tanto ser tratados como dioses.
El hombre habla sobre él, sobre lo molesta que es su esposa y lo perra que es su hija, todos son iguales, no puede evitar pensar Jennifer, todos menos aquel dulce robot que la trató con tanto respeto y fragilidad, Jennifer besa el cuello de su cliente mientras cierra los ojos, imaginando que a quien besa es a aquel que la trató tan bien.
Desde aquel día Jennifer no puede evitar extrañar a Miguel, no porque le guste, realmente a ella le desagrada cualquier hombre, pero sabe que si Miguel la contrata ella podría pasar al menos unos minutos con aquel dulce robot.
Miguel tenía un pequeño historial en el club, no hacía nada con ninguna chica y eso le parecía extraño a su "papi" por lo que siempre lo mantenía vigilado, la última vez que fue al club contrato a Jennifer, ella no recuerda mucho de la hora, pero si recuerda que no pasó nada más que besos y manoseadas pues ella y Miguel estaban demasiado borrachos como para hacer algo así.
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Máquina. (Miguel O'Hara X Lector)
Fiksi Penggemar¿Las máquinas pueden sentir? No lo creo.