la espada de la ira y los demonios que habitan.

Capitulo VIII: Malas acciones, buenas intenciones.

Una pareja que salió del lugar sube a un auto e inútilmente tratan de encenderlo.

— Hay que quedarse aquí. — le sugiere el hombre a su esposa.

Tras notar que los disparos cesaron y que no toda la gente escapó miran con miedo y confusión el lugar.

— Ve a ver qué pasó. — sugiere la mujer.

— ¿Por qué yo? — cuestiona su esposo.

— Porque eres el hombre, ve por favor. — insiste.

El hombre al bajar del auto escucha un disparo más potente del lugar, lo que hace que se agache con temor.

Tras unos segundos y al notar que los disparos se detienen por segunda vez, da unos pasos más, pero observa como rápidamente la gente sale corriendo del lugar con caras llenas de terror.

De pronto escucha de nueva cuenta disparos dentro del lugar, balas perdidas salen del edificio y al escuchar gritos de auxilio corre de nuevo a su auto y se mete en el.

— ¿Que tratas de hacer? — cuestiona la mujer.

— Lo que sea para largarse de aquí. — contesta el hombre mientras se agacha para sacar unos cables.

Tras unos segundos tratando de encender el auto la mujer con resignación sale del auto, seguida por el.

— Hay que irnos, hay que cruzar el bosque y pedir ayuda. — sugiere la mujer.

— ¿Estás loca? — cuestiona con enfado el hombre. — Sí hacemos eso podrán descubrir que estábamos aquí comprando una esclava para el cumpleaños de nuestro hijo.

— ¿Entonces que hacemos? — cuestiona de nuevo.

Su plática es interrumpida cuando un cuerpo sin brazos cae del cielo impactando el auto, destrozando el cofre.

La mujer grita aterrada y corre para alejarse del auto.

— ¡Matenlo! — grita Meyer con pánico.

Las balas atraviesan el cuerpo de Víctor, quien sin inmutarse continua atacando a los hombres, los tentáculos de su cintura se estiran para atravesar uno por uno el abdomen de los hombres, dejándolos moribundos en el suelo.

Las armas más largas y pesadas parecen más molestarlo o incomodarlo que realmente hacerle daño y los hombres de Meyer van cayendo uno a uno.

— ¿Que ocurre, niños? — cuestiona Victor con malicia. — ¿Están asustados?

Victor arranca las extremidades de uno de los hombres, se teletransporta a grandes alturas para soltar a un par de hombres más y decapita unos cuantos, todo mientras una risa de euforia y satisfacción sale de el, que aunque sin boca, se nota que sonríe por lo que causa.

Al ver el montón de cuerpos sin vida y otros agonizando, Victor centra su mirada en Meyer quien sale corriendo del lugar.

— No me digas que acabó la fiesta, apenas me estaba divirtiendo. — comenta Victor mientras persigue al hombre.

Al salir, Victor mira a los hombres dentro de sus autos, una chica de cabello verde llama su atención por unas fotografías que le estaba tomando a el, aunque sin darles mucha importancia sus tentáculos se estiran para atacar a la chica y a las personas dentro de sus autos.

— ¡Corran!, ¡Corran! — les ordena Meyer a los demás mientras trata de escapar.

Victor logra tomar a Meyer con uno de sus tentáculos y lo acerca a el, el hombre grita de pánico mientras es arrastrado hasta tenerlo frente a frente.