capitulo IV: Recordatorio.

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En un bosque, un pequeño conejo corre libremente y se acerca a un montón de plantas y vegetales, con inocencia comienza a comer despreocupadamente hasta que una flecha rápidamente atraviesa su cuerpo.

— Mira papá, le di. — un Victor de díez años le dice emocionado a su padre.

— Si que fué un gran tiro, ve por el. — le contesta su padre con orgullo.

Sebastian Zalazar, un hombre de cuarenta y cinco años, ojos verdes, de uno ochenta de altura, cabello rubio, de piel blanca y llena de cicatrices pero con gran físico, en su ojo derecho una cicatriz hace que el tono verde se vea más claro.

— ¿Recuerdas como lo hemos practicado, hijo? — pregunta a Víctor mientras se agacha para mirarlo.

— Si... — responde mientras cierra sus ojos.

— Recuerda, solo relájate y mentaliza al lugar al que quieras ir, es como respirar, solo deja que pase, mira de nuevo allá para que sepas a dónde ir exactamente.

Tras ésto, Victor desaparece de la vista de Sebastian, quien empieza a caminar mientras lo busca con la mirada al notar que no está donde se esperaba.

— ¡Victor! — lo llama.

— ¡Aquí estoy, papá! — responde a lo lejos.

Sebastian camina hacia donde escuchó su voz y lo mira caminando de entre los árboles, a unos cuantos metros de dónde estaba el conejo.

— ¡Estuvo cerca, ya casi lo tienes dominado! — le felicita mientras camina hacia el.

Victor y Sebastian caminan acercándose al conejo atravesado por la flecha y al ser tomado por Victor, le quita la flecha y la guarda.

— Sosten al conejo así, deja que te tome una foto. — le dice emocionado mientras saca una cámara.

Victor toma al conejo de las orejas para la foto y tras ésto ambos lo envuelven en plástico para llevárselo.

— Papá, acá está muy solo para vivir, ¿No crees? — cuestiona el pequeño.

— Si, pero esa es la razón por la que gasté una fortuna en construir por aquí, es una zona apartada, pero con vistas espectaculares y el pueblo queda cerca, así que es una buena zona. — responde con tranquilidad.

— Supongo que está bien entonces. — comenta con inocencia.

Al llegar a un gran terreno con grandes edificios y cabañas alrededor de un lago, un hombre con una niña pequeña los espera en la entrada de éste gran lugar.

Un hombre pasado de peso, de tes blanca , de uno sesenta y ocho, con larga cabellera y usando ropa formal.

La niña de pelo recogido, piel morena , con un vestido rosa y un moño en la cabeza.

— Hijo, ¿Recuerdas que te hablé de un viejo amigo de mi adolescencia? — pregunta emocionado.

— Si, papá. — responde.

— Pues quiero que lo conozcas.

Al llegar con ellos, tanto Sebastian como un Patrick más joven se dan un apretón de manos y después un amistoso abrazo.

— Dios, ha pasado mucho tiempo. — dice Patrick contento.

— Lo sé, te ves diferente. — contesta Sebastian con una sonrisa.

— Tu si que te ves diferente. — responde y rápidamente dirige su mirada a Víctor. — Entonces el es tu pequeño. — dice acercándose a Víctor.

— Saluda, hijo. — le dice animándole.

Victor y Patrick se dan un amistoso apretón de manos, después Victor mira con curiosidad a la hija de él y le sonríe.

la espada de la ira y los demonios que habitan. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora