II

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En el oscuro abismo onírico del joven de cabellos irisados, quien sumergido en lo mas profundo del lecho de polvo estelar fue suspendido hasta la superficie, dando su primer suspiro de vida humana. Y así mismo, en los brazos de una mujer de belleza tan etérea que surcó las aguas resplandecientes, con sus cabellos negros que ondeaban como sombras danzantes y con las puntas ligeramente onduladas como susurros en la brisa, lo elevó con ternura desde la inmaterialidad.

Ella fue la primera y última persona que vio fijamente con sus ojos.

Pero luego de unos segundos, esos gestos dulces se desvanecieron en sus sueños de explosiones que vibraron en el aire, y un caos de ruidos indistintos se arremolinaba a su alrededor. En un acto instintivo de autodefensa, su mente bloqueó los detalles caóticos que lo rodeaban, enfocándose en la última frase que repercutía como un eco persistente en su interior.

No le confíes tu secreto a nadie, solo de esta manera, preservarás la esencia que te conecta con las estrellas y encontrarás el camino a casa ―susurró la mujer, y en la quietud, mientras la oscuridad se tamizaba sobre ellos, retumbaron con fuerza las últimas palabras que él joven escuchó de ella―. A partir de ahora, tu nombre será Jungkook.

En la penumbra de una cripta subterránea de una catedral, el crujir de pasos se impregnaban en el aire enrarecido, dejando un susurro de corrientes de aire que danzaba entre las frías columnas de piedra

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En la penumbra de una cripta subterránea de una catedral, el crujir de pasos se impregnaban en el aire enrarecido, dejando un susurro de corrientes de aire que danzaba entre las frías columnas de piedra. El suelo, cubierto por una fina capa de polvo de estrella, se extendía en un mosaico silente de reliquias y recuerdos enterrados.

―¡Despierta, demonio!" ―profirió un custodio envuelto en la oscura solemnidad de su capucha.

El chirriar metálico de las rejas al abrirse resonó en la cavernosa estancia, perturbando la inacción que abarcaba al joven yacente sobre telas impregnadas de humedad, quien se contrajo ante el sonido estridente.

―Es hora de tu revisión ―prosiguió, haciendo alusión al sacerdote diocesano de la capital que le visitaba cada cierto tiempo. 

Este último, imbuido en la responsabilidad de verificar la salud del ser, quien recurría a prácticas sagradas que se entretejían con la veneración de la deidad lunar, como un intermediario entre la humanidad y lo sagrado, objeto de su devoción.

Bajo la pequeña luz de antiguas velas parpadeantes, el joven, aún envuelto en las sombras de su sueño se arrodilló lentamente. Con esfuerzos por ponerse de pie, sus piernas flaquearon, y el custodio, con el ceño fruncido, dirigió una mirada severa a los dos monaguillos que aguardaban detrás. 

―¿Y ustedes qué esperan? ―espetó con impaciencia. 

Luego, rápidamente estos se aproximaron con firmeza hacia la figura que yacía sobre las telas, y, procurando asir con firmeza sus brazos, cubrieron su cuerpo con una capa confeccionada en tejido negro, ajustando la capucha con un cintillo de botón en su cuello. No obstante, el portador de cabellos resplandecientes de tonalidades irisadas, aprovechando la inercia del movimiento desafió el intento de sujeción y se removió bruscamente, y como una respuesta instintiva a la urgencia desprendió la venda que cubría sus ojos deslizándose fácilmente entre los dos acólitos al dejarlos estupefactos, cuyos rostros reflejaban temor y aversión ante la maldición que portaba.

COLOURBLIND  | TAEKOOK OMEGAVERSE FFDonde viven las historias. Descúbrelo ahora