VI

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―La ruta que estamos siguiendo es hacia el norte, rumbo a Pollux. Si nos dirigimos hacia el sur, nuestro navío terminaría colindando con la frontera de Seren ―dijo el capitán. Con el astrolabio firmemente sostenido en su mano, escudriñaba el horizonte―. Aunque esa ruta sea más corta, nos expone a más peligros ―comenzó, ajustando la brújula sobre el cuadrante del astrolabio para obtener una lectura exacta.

―Tengo aquí la copia de la carta de navegación que mi esposo elaboró durante su última expedición ―La mujer tomó de una de sus bolsas un pergamino y, sin perder la compostura, desenrolló el archivo meticulosamente detallado―. Fue un encargo específico para estudiar las criaturas marinas del sur y las constelaciones que las guían ―sus dedos recorrieron las anotaciones y marcas en el papel, mostrando rutas alternativas, advertencias sobre las corrientes y criaturas.

El hombre, aunque escéptico, se acercó para examinar la tabla. Sus ojos recorrieron los intrincados detalles, las latitudes y longitudes anotadas, las observaciones sobre vientos y mareas, así como las posiciones estelares cruciales para la navegación nocturna. Con un chasquido de lengua, una mezcla de duda y resignación, asintió finalmente.

―Mi esposo ha revisado meticulosamente cada punto estelar y cada corriente. Aumentaríamos nuestras probabilidades de éxito, acortando sustancialmente los días de viaje estimados en comparación con las rutas tradicionales ―respondió la mujer con determinación.

―Son datos valiosos, sin embargo, estos datos no garantizan una travesía libre de riesgos ―concluyó el capitán.

―Aquí ―indicó ella señalando un punto en la carta náutica con su dedo índice―. Mi esposo ha registrado la anomalía de una corriente cerca de las islas del Leviathan. Si desviamos nuestra ruta ligeramente hacia el este, podremos evitarla y mantener un curso más seguro.

El capitán asintió, haciendo una nota mental de cada indicación detallada.

―También hizo mención de la presencia de criaturas marinas en esta área ―añadió el hombre, señalando un punto específico en la carta―. ¿Qué sabemos sobre ellas?

La mujer frunció el ceño ligeramente.

―Según la revisión que hice en las demás tablas, algunas de estas son peligrosas, aunque su conducta es predecible. Mi esposo registró en sus bitácoras que suelen agruparse cerca de los arrecifes al atardecer. Si transitamos por esa área durante el día, deberíamos estar a salvo.

―Entonces debemos ajustar nuestro horario de navegación para atravesar esa zona antes del anochecer ―consideró el capitán, evaluando cuidadosamente la información.

El primer oficial, quien había estado escuchando la conversación, se acercó al capitán.

―¿Tenemos certeza de esa ruta, señor?

―Es un riesgo, pero confío en los registros que tenemos ―respondió el señor con firmeza, sosteniendo la carta náutica―. Si seguimos las instrucciones al pie de la letra, nos guiarán de manera segura.

El primer oficial asintió y se alejó para supervisar las preparaciones finales. El capitán se volvió hacia la mujer una vez más.

―De todas formas agradezco que hayas venido con nosotros. Estoy seguro de que lo lograremos ―dijo tomando una decisión, enrolló nuevamente la carta y se la devolvió en mano. Luego se giró hacia su tripulación, que había estado observando con atención―. ¡Marineros, ajusten las velas y preparen el navío! Nos dirigiremos hacia el Sur.

Los hombres se apresuraron a obedecer, ajustando las velas y preparando el barco para el cambio de rumbo, mientras el crujido de la madera y el silbido del viento se mezclaban con los sonidos de la actividad. Algunos subieron por los cabos y escalas, trepando con agilidad hasta los mástiles para ajustar las velas principales, mientras otros se encargaban de las velas de proa y popa, verificando las poleas y cabos para asegurarse de que todo estuviera en perfecto estado de funcionamiento.

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⏰ Última actualización: Oct 14 ⏰

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