Mil promesas rotas

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Lo abruma una profunda melancolía. Sus pensamientos vagan sin rumbo, arrastrados por el viento que golpea su cuerpo. Al mirar hacia el horizonte, los recuerdos se agolpan en su mente, recordándole tiempos pasados. Un enorme vacío invade su ser, como si el abismo que tiene frente a él reflejara su propio estado de ánimo, incluso, algo más insondable en su interior. Cada suspiro parece resonar en la inmensidad del paisaje, llevando consigo la pesadez de su corazón. En una soledad desgarradora, lucha por encontrar una chispa de esperanza que ilumine su oscuro interior. 

El estruendo de las olas al golpear las piedras resonaba a su alrededor, pero para él, todo se reducía a un eco distante dentro de sí. Observaba el vaivén del mar, pero no sentía ni la brisa marina ni la belleza del paisaje que se extendía a sus anchas entregándose por completo a los desengaños de su ser. El profundo vacío se apoderaba de su cuerpo, como si su corazón fuera un abismo sin fondo. Cada latido parecía ser absorbido por la inmensidad del océano, acentuando su sensación de desamparo en la oscuridad del mar. Su mente, sumida en penumbra, anhelaba encontrar un destello de luz que le devolviera la conexión con el mundo que lo rodeaba. 

Los rayos de sol comenzaron a asomarse en el horizonte, pintando el cielo con tonos cálidos y dorados. Invitándolo a reflexionar sobre su vida y todas las decisiones que lo habían llevado a aquel lugar en la cima del acantilado. Recordó cada giro inesperado, cada elección difícil y cada momento de dolor y alegría que lo habían moldeado en lo que era en ese preciso instante. Sintió la carga de sus arrepentimientos y las sombras de sus miedos danzando a su alrededor, mientras los primeros destellos de luz iluminaban los rincones más oscuros de su mente. En medio de esa introspección forzada, comenzó a vislumbrar destellos de esperanza entre las grietas de su desolación, despertando en él una vaga sensación de serenidad de un modo difuso y abstracto. 

Sus cansados pies lo llevaron al borde donde las olas lo incitaban a unirse a un infinito balanceo. Se quitó los zapatos y las medias dejando que el agua chocara contra su piel en un íntimo contacto. Por primera vez contempló el averno como una oportunidad cuando el mundo se hizo a un lado para permitirle observar que ni el orgullo ni una placa valían más que mil promesas rotas. 

La razón - Gustabo GarcíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora