Gustabo y Horacio

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Al amanecer, un oscuro vehículo se movía a toda velocidad por las solitarias calles de la ciudad. El motor rugía como una bestia salvaje, respondiendo a cada acelerón con un poderoso retumbar que hacía vibrar el interior del coche. El viento frío azotaba el rostro del conductor a través de la ventana abierta, en un intento de llevarse consigo el estrés y la tensión acumulados. Las luces de la ciudad se desdibujaban en un torbellino de colores mientras el vehículo se abría paso entre los pocos autos que aún transitaban, su movimiento elegante y enérgico demostraba años de destreza acuñados por miles de persecuciones y alertas.

A pesar del viento gélido y las hermosas luces que se fundían en un baile con los primeros rayos de sol, tanto el conductor como el copiloto se sentían agobiados y preocupados. El estrés se reflejaba en sus ojos, mientras el teléfono sonaba una y otra vez sin recibir respuesta. La incertidumbre se apoderaba lentamente de su ánimo, creando una atmósfera cargada en el interior del vehículo. No conocer el paradero de Jack Conway y la falta de comunicación con el comisario les llenaba de inquietud, como una sombra que se cernía sobre ellos en medio de la noche. 

—¡Joder, coño!, ¿Aún no te contesta ninguno? —Preguntó girando el auto bruscamente. 

—Aún nada —Contestó el copiloto sin despegar la vista del móvil que sonaba insistentemente.

"El teléfono que usted marcó no está disponible o se encuentra fuera del área de servicio, le sugerimos llamar más tarde"

—Voy a tirarte el puto móvil por la ventana. 

—No sé que sentido tiene seguir llamando, no van a contestar, Gustabo. 

—Ya —Contestó de mal humor estacionando el vehículo de manera extravagante en el parking de comisaría —Baja. 

—¿Por qué aparcas horizontalmente?, perro —Susurró bajando del auto. 

—Son pasadas las siete y media, a esta hora el viejo y Volkov deberían estar en comisaría, ¿No? —Preguntó caminando rápidamente a la entrada de la estación, a penas recordando cerrar el auto.

—Sí —Respondió distraídamente —¡Espera coño!

—¡Apura Horacio!

Entraron a comisaría donde el ajetreo matutino se hacía presente. El bullicio comenzaba a apoderarse de la estación. Los agentes entraban y salían con expresiones de determinación y cansancio a partes iguales, algunos con una taza de café humeante en la mano, otros con sus uniformes recién planchados. El sonido constante de teléfonos que sonaban, radios chirriando y voces que se alzaban en conversaciones urgentes creaban una sinfonía caótica que llenaba el aire. El aroma a café y a desinfectante se mezclaba en el ambiente, impregnando cada rincón de la estación con su peculiar fragancia. En medio de todo este frenesí, el único comisario presente gritaba intentando hacerse oír sobre el escándalo de comisaría para organizar a la malla.

—Comisario Greco —Se adelantó Horacio extendiéndole la mano.

—¡Hombre, Inspector!, ¡Es bueno verlo! —Se acercó olvidando la malla durante un momento —¿Qué lo trae de vuelta a Los Santos? —Preguntó antes de notar la presencia de Gustabo detrás de Horacio —García —Lo saludó seriamente. 

Gustabo se mantuvo en silencio.

—No me voy a quedar mucho —Evitó la pregunta cordialmente intentando disipar el tenso ambiente que se había formado —Venimos a buscar a Conway.

—¿Al superintendente?, desde ayer no lo vemos, no vino al trabajo y al parecer hoy tampoco vendrá. 

—¿Ayer no vino? —Preguntó Horacio extrañado, su mirada y la de Gustabo se cruzaron por un momento —¿Y Volkov?, ¿Está por ahí?

ᴅᴇʟɪʀɪᴏ - TonwayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora