Capítulo 28. El vídeo

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AIDEN

Llevaba casi una hora paseando inquieto por el suelo de mi habitación cuando oí el suave chasquido de la puerta principal abriéndose y cerrándose.

En un instante estaba fuera de la habitación y en el pasillo.

Mi compañera estaba de pie en la puerta de nuestra casa.

Sienna levantó la vista y sus ojos ardían.

Mi corazón se hinchó de orgullo.

Trataron de romperte, pero eres la mujer más fuerte que conozco.

Di un paso hacia ella.

Corrió a mis brazos.

Nos besamos con hambre, deleitándonos con nuestro reencuentro.

- ¿Dónde está Rowan? —fueron sus primeras palabras.

Sonreí ante la constante devoción de mi compañera por nuestro hijo.

- Está en la escuela. Robert lo recogerá más tarde a las tres —murmuré en su oído.

Quería arrancarle la ropa, pero rompí el abrazo de mala gana.

- Deberíamos conseguirte algo de comer —le dije.

Sienna negó con la cabeza. Con sus dedos apresurados y torpes, comenzó a abrir los botones de su blusa.

- No tengo hambre —susurró—. Ese lugar era... Aiden no puedo hablar de ello todavía. Ahora mismo, lo único que quiero es volver a sentirme yo misma.

Su camiseta hecha jirones cayó al suelo. No llevaba sujetador.

Inmediatamente se me puso dura como una piedra.

Me besó de nuevo, casi desesperadamente.

- Sólo necesito sentirme viva —las manos de Sienna estaban ahora en mi cinturón.

Mi polla se movió con avidez cuando me bajó la cremallera y me rodeó con la mano.

Todavía no había dicho una palabra. Ver a mi compañera, tocarla, era casi demasiado para soportarlo.

- Te quiero —logré atragantarme antes de que una ola de deseo me arrastrara.

Con facilidad levanté a Sienna por sus pies. Me rodeó la cintura con sus largas piernas y seguimos besándonos mientras la llevaba a nuestro dormitorio.

La otra noche en el bar, Sienna y yo habíamos follado como adolescentes cachondos.

Esta vez quería hacer el amor con mi compañera.


SIENNA

Varias horas borrosas después me sentí mejor que en días.

Aiden y yo estábamos juntos bajo el chorro lluvioso de la ducha. El agua jabonosa corría por los cincelados músculos de su abdomen.

Seguí el rastro de las burbujas con la mirada, notando con una punzada de lujuria que aún estaba parcialmente empalmado.

Nos habíamos ahogado el uno en el otro, adormeciéndonos y despertándonos sólo para caer el uno sobre el otro una vez más.

Una humedad que no tenía nada que ver con el agua caliente de la ducha se extendió entre mis piernas.

Aiden debió de leerme la mente, porque me acercó. Me puse de puntillas y le besé mientras otra oleada de deseo me recorría.

Desde el dormitorio contiguo, el teléfono de Aiden comenzó a sonar.

Lobos milenarios (libro 5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora