Un chico alto estaba a mitad de la pista de hielo en el centro comercial.
El cabello negro y ondulado caía revuelto hasta sus orejas. Su ropa era tan oscura como la melena y, aunque había frío, llevaba una playera de manga corta que revelaba los tatuajes de sus brazos.
Era deportista, no me quedó duda. Su espalda ancha y los brazos fuertes indicaban que no perdía un día de ejercicio.
Y ahí iba yo, sumergida en la apreciación del misterioso chico que estaba a las seis de la mañana con sus patines de hielo, mientras tarareaba la canción que escuchaba en mis audífonos inalámbricos; era la favorita de...
Me detuve en seco y mi corazón latió rápido, fuerte, tan fuerte que creo el chico lo escuchó. Se movió un poco, lo vi en cámara lenta, pero probablemente no fue así. Entonces, sin aviso, giró hacia mí y solté la caja que sostenía, su contenido se desparramó sobre el suelo del desolado centro comercial.
Todavía no sé por qué demonios miré la ropa en el suelo en lugar de cerciorarme de que esos ojos que me miraron eran del mismo tono azul oscuro que los de Taylor, mi mejor amiga, e iguales a los de Fenrir, su hermano.
«Fenrir».
Su nombre provocó un aleteó extraño en mi estómago.
Y busqué al chico.
No estaba. No había nadie. La pista de hielo estaba desierta.
«Is my love enough?» De White Lies se continuaba reproduciendo en mis audífonos. Me retiré uno y encontré silencio, no se escuchaba absolutamente nada en el inmenso centro comercial. Entonces guardé ambos audífonos en su caja, eché un vistazo alrededor y caminé despacio hasta el barandal que rodeaba la pista de hielo.
Era demasiado temprano para que estuviera abierta la pista, probablemente era un chico de mantenimiento, pero...
El estuche de mis audífonos latió en mi mano como si fuera mi propio corazón envuelto en la música que siempre escuchaba cuando me sentía triste, así como esa mañana. Aquellos audífonos reproducían tantas canciones de White Lies que probablemente las conocían de memoria, como yo. Y todo porque... era la banda favorita de Fenrir.
Sólo me bastó una noche para conocerlo.
Una noche.
La mejor noche de mi vida.
Y desde entonces esas canciones me acompañaban en mis momentos tristes; en los que me preguntaba qué hacía con mi vida, ¿habría cambiado en algo si Fenrir no se hubiera marchado después de llevarse consigo mi primera vez?
Y por eso lo odiaba un poco. No merecía ese silencio, la distancia, el desconcierto después de reírnos con los fuegos artificiales del Año Nuevo mientras hacíamos el amor en la habitación de invitados de casa de sus padres.
Me indigné. Eso también pasaba seguido.
—No más White Lies por hoy —me dije y guardé el estuche de los audífonos en mi bolso cruzado sobre el pecho.
Giré, recogí la ropa, la metí en la caja y la levanté. Eché un vistazo más a la desolada pista, levanté la barbilla y continué mi andar hasta la tienda de Taylor al final del pasillo.
«Pink, Love & Gold», se leía en el elegante letrero dorado por arriba de la tienda. Abrí la puerta de cristal, me apresuré en el interior a desactivar la alarma y encendí las luces.
Sonreí.
Era un sitio bonito. Era mi sueño, quizá el sueño de muchas de las que estudiamos Diseño de Modas, pero era el local de Taylor y yo simplemente la estaba ayudando a llevar unas prendas porque ella tenía un compromiso y las necesitaba en la tienda a primera hora.
ESTÁS LEYENDO
Mentiras blancas
RomanceMilena está casada con un prestigioso abogado que la tiene como una princesa en casa y sin mover un dedo; sólo debe ser una esposa trofeo sin preocuparse por nada más. Sin embargo, no es feliz. Se ha entregado a su matrimonio y abandonado todos sus...