Capítulo 10 - Milena

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De inmediato arrebaté el celular y borré mis historiales de búsqueda en las redes sociales. No quería que viera que revisé las cuentas de Fenrir y Dylan. Debía evitar problemas que me impidieran venir a trabajar o... terminar «cayendo por accidente» de nuevo.

»¿Estás bien?

Asentí.

Temblaba.

Intenté recordar si alguna vez le escribí un mensaje a Taylor sobre su hermano, pero no. Ella y yo casi no conversábamos por mensajes, sino que nos gustaba hablarnos o vernos en persona. Nuestros mensajes eran escasos.

Y no tenía más amigos.

No había nadie más a quién contarle de Fenrir.

»¿Por qué hace eso?

Negué.

—Quiere cuidarme.

Fenrir frunció el entrecejo.

—Eso es vigilar, no cuidar.

—Hablaré con él.

Un cliente entró y preguntó por información, así que me distraje explicándole y eso calmó un poco el galope de mi corazón.

Fenrir regresó a la trastienda, volvió a salir con su chaqueta y la cartera; antes de marcharse dijo:

—Si llega mi siguiente cita dile que tardaré unos minutos, una disculpa.

—Claro.

Fenrir se marchó y con él un poco de mi atención. No obstante, me recompuse y pedí al cliente esperar para hablar con Dylan sobre un diseño que quería realizarse.

Dylan terminó pronto y salió a hablar con el chico que lo esperaba; yo mientras tanto cobré a la chica que acababa de ser tatuada. Ella, al abrir la puerta para macharse, dejó espacio para que un enorme globo rojo en forma de corazón entrara al estudio.

Dylan frunció el entrecejo mientras hablaba con su cliente.

Yo de inmediato supe quien estaba detrás de ese globo y un oso de peluche gigante.

—¡Feliz primer día de trabajo! —gritó Taylor—. ¡Perdón!

Mi amiga se disculpó con la chica a la que acababa de abofetear con la pata del peluche.

»¡Te ves preciosa! —Taylor arrojó el peluche y el globo al sofá y corrió a abrazarme—. ¡Quería venir antes, pero estuve ocupada con el trabajo!

—Y lástima que no continuaste ocupada —soltó Dylan en voz alta.

Taylor se apartó y lo saludó con el dedo corazón. El cliente rió.

—¿Cómo te va?

—Bien —contesté con una sonrisa—. Olga, la otra recepcionista, me ha explicado todo y es bastante sencillo, pero me esforzaré mucho.

—Yo sé que sí. —Taylor tomó mis manos—. Pero siento que algo pasa...

Eché un vistazo a Dylan, ya parecía más atento en nuestra conversación que en la explicación del diseño que quería el cliente. Así que, en voz muy baja, le dije a Taylor lo que Fenrir descubrió en mi celular.

Taylor también me pidió el móvil y comprobó que era verdad.

—¿Nunca te preguntaste por qué tenías dos calculadoras? —inquirió ella.

—Pues es que la otra me pedía contraseña y pensé que era un error tonto, nada como eso.

Tay suspiró.

Mentiras blancasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora