셋: No voy a detenerte

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BaekHyun no pudo dejar de pensar en lo sucedido.

Lo que quedó de la noche solo se dedicó a trabajar y renegar por las opciones que tenía, preguntándose una y otra vez, ¿quién era ese muchacho y por qué se preocupaba tanto por él?

Entendía el enojo de JongDae, había prácticamente criado al mocoso, y sabía lo difícil que era para él aceptar su decisión. Esperaba el enojo de KyungSoo ya que lo consideraba su mejor amigo después de todo lo que pasaron juntos, cuando lo ayudó a resolver el problema con su vínculo; e incluso podía decir que comprendía la tristeza de Tiffany dado que él era lo último que le quedaba de la que fue su mejor amiga.

El peliblanco se negaba a siquiera pensar en su nombre desde que la perdió.

Pero aquel muchacho alto y peligrís...

No tenía sentido. Ni siquiera recordaba haberlo visto antes de la boda de KyungSoo y JongIn.

Apenas había llegado al palacio real ese día, captó un aroma a cenizas, hierva buena, aceite de autos, té y canela.

Le llamó la atención, sí; pero porque no supo de dónde venía o por qué ese aroma se le había quedado casi impregnado en la mente, hasta que estuvo en el altar, ocupando el tercer espacio después de las dos damas de honor de KyungSoo, cuando encontró la fuente del aroma en el hombre que ocupaba el último lugar de la guardia de JongIn al ser el más alto de todos.

Era un cambiaformas.

Y su intensa mirada estaba fija en BaekHyun.

Al inicio no le dio importancia; muchos en la manada lo miraban así, seguido de algo de temor o respeto, pero el hombre peligrís de ojos oscuros, rostro apuesto y cuerpo obviamente construido para ganar batallas, continuaba mirándolo sin expresión aparente.

Su cerebro tan lleno de polvo por lo mucho que llevaba sin ser usado, pensó que quizá, al igual que el Sargento Oh, temía que Baek fuera a atacar a KyungSoo o a JongIn, o algo por el estilo; lo cual era ridículo: él nunca mató o dañó sin comprobar la culpabilidad de su víctima o provocación directa del enemigo, o para salvar la vida de alguien que le importara.

Pero el alto peligrís seguía mirándolo fijamente, sin disimular o fingir que el asunto era con alguien más y Baek solo estaba en el camino.

Sus ojos permanecían fijos e intensos.

BaekHyun comenzó a desesperarse entonces, pues no recordaba haberlo visto jamás y por un instante creyó que se trataba de alguien encubierto.

Pero en ese segundo el Líder dio permiso a los novios de besarse y vio como Dae golpeaba los pechos tanto de Oh como del desconocido con una familiar sonrisa, y comprendió que el peligrís era parte del equipo del castaño.

Quizá no pertenecía a su división o quizá era tan joven que no llegó a conocerlo, pero era alguien confiable. JongDae siempre tuvo mejores instintos que JongIn, así que el intenso lobo era de confianza.

Pero continuaba mirándolo fijo y ya empezaba a molestarlo.

BaekHyun planeaba retroceder hasta la parte baja de las escaleras del palacio por una de sus armas y luego dirigirse al peligrís para asustarlo y ordenarle dejar de mirarlo, cuando el aroma de antes volvió a inundarlo y de pronto el alto peligrís se encontró frente a él.

—¿Por qué me estás mirando tanto? —Le había preguntado directamente.

—No puedo evitarlo, lo siento; nunca he podido —declaró con descaro.

El peliblanco quedó casi boquiabierto, el único que le hablaba así de directo y sin que le importen los rangos o su identidad era KyungSoo, el humano que no había sabido quién era H hasta después de que él mismo se lo contara.

El hijo de la Luna [ChanBaek] (Lobos 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora