—¿Puedes dejar de moverte tanto, imbécil?
—Oh, basta, Jud. Esta posición es incómoda.
—¡Pero si estás parado detrás de mi!
—Exactamente.
Mis ojos se ampliaron y giré mi cabeza bruscamente, buscando su mirada.
—¡Adam!— exclamé.
—Lo siento — contestó levantando sus brazos en señal de rendición. Rodé mis ojos.
Evanescit et movet, susurró Adam.
Lentamente, fue convirtiéndose en un pequeño jarrón. Lo tomé entre mis brazos y lo agité. Seguramente que eso lo había aturdido.
—Siempre te llevas la parte divertida. Definitivamente, no es justo— murmuré.
La Academia estaba medio vacía a causa de la poca carga horaria que había en el día. Sólo se encontraban cinco iniciados en Armas, quienes ni siquiera podían manejar las navajas de plata sin lastimarse a si mismos.
Toqué la puerta que daba paso al despacho de Meredith y entré sin esperar respuesta. Ella se encontraba sentada leyendo un libro sobre la Magia Negra y sus consecuencias. No era nada extraño ya que siempre lo hacía. Había muchos hechiceros que la practicaban en Ingeria, lo que ponía a los Directores de las Instituciones como encargados de combatir a este fenómeno.
—¿Meredith?— dije.
—Oh, Jude. Eres tú— dejó el libro a un lado y sacudió su mano, invitándome a entrar.
—Lamento molestarte, pero tuve un pequeño percance— dejé el jarrón sobre la mesa y ella me lanzó una mirada inquisitiva—. Es Adam. Me estaba molestando y sin querer... bueno, quizás sí lo quería, pero ese no es el punto. Lo convertí en un jarrón y no sé como volverlo a su forma humana.
—¿Por qué no le hablas y le dices que repita por sí mismo tu propio hechizo? Eso lo volvería a la normalidad. Me extraña de tu parte, Jude.
—Sí... es que ahí está la otra cuestión. Quería insultarlo pero no escuchar sus quejas... así que lo ensordecí— contesté con una mueca.
Meredith acunó su cabeza entre sus manos y suspiró ruidosamente. Rodé mis ojos; yo no era tan idiota como para hacer ambos hechizos juntos sin esperar una consecuencia, pero necesitaba que ella lo creyera.
—¿Crees que podría dejártelo y tú lo devuelves a su forma humana en cuanto tengas tiempo? No te preocupes, no lo necesitamos. Puedes esperar hasta la jubilación.
—¡Jude!
—Está bien, está bien. Hazlo lo antes posible— resoplé.
—Ahora mismo tengo una reunión con el Cónsul aquí, pero prometo hacerlo luego. Sólo déjalo aquí.
—¡Muchas gracias!— me levanté y estuve a punto de salir por la puerta cuando me di cuenta de lo que Meredith había dicho— ¿El Cónsul, dices? ¡Yo podría hablar con él y explicarle mi situación sobre los Cazadores! Además, así sabría cómo actuar la próxima vez que vea a uno y no lance una pequeña brisa para que sus papeles se alejen de mí, sería ridículo.
—Niña, cálmate— puse mis ojos en blanco. Odiaba que me llamara niña—. Yo hablaré de eso mismo con él. No puedes aparecer frente a él sin previo aviso. Sabe que tú perteneces a una familia de hechiceros que vive en el mundo humano. No creo que le agrade verte.
Fingí estar ofendida. Sabía que vendría el Cónsul y sabía que Meredith hablaría de mi situación con él. Ahí era donde entraba Adam. El podía escuchar perfectamente todo mientras yo asistía a mis clases en el mundo humano y, a su vez, intentaba averiguar algo sobre Mac.
Había decidido acercarme a él en todo sentido posible. Depositaría mi magia en un objeto inanimado y la dejaría ahí durante todo el tiempo necesario, así no correría el riesgo de exponerme nuevamente. No me gustaba ser humana ni tener que estar sin mi magia, pero corría peligro junto a él. El único beneficio que tenía todo esto era que Mac no notaría que yo pertenecía a Ingeria a menos que el contacto que tuviéramos sea prolongado.
—Como quieras— respondí indignada.
Salí de la habitación y allí estaba Ash esperándome.
—¿Qué fue todo eso?— preguntó.
—Vamos, te lo cuento en el camino.
***
—No puedo creer que me hayan dejado fuera de todo esto— exclamó.
—Ashton, vamos. El horno no está para bollos y tú no puedes preocuparte por eso en este momento. Estás en medio de las transformaciones y siempre terminas devastada.
Suspiró.
—Tienes razón. Pero realmente estoy muy preocupada y me vendría bien distraerme un poco— contestó.
Asentí lentamente e ingresamos en la clase. La mayoría ya se encontraba allí aunque todavía no había ingresado el profesor. Afortunadamente, Mac no se encontraba allí todavía.
—Pues si necesitas distraerte, tengo algo que pedirte— dije. Ella asintió rápidamente y esperó a que continuara—. Necesito que me des tu collar de cuarzo. Tengo que depositar mi magia allí porque es el único lugar en donde la podré recuperar cuando quiera, en cambio, le pregunté a Kyle si podría dejarlo en cualquier otro objeto y me respondió que si lo hacía, no la podría recuperar a menos que la luna esté en cuarto creciente, lo que no es hasta dentro de cuatro noches. No puedo esperar tanto.
—¡Ni siquiera necesito tantas explicaciones!— respondió. Se quitó su collar y me lo extendió—. Hazlo rápido, Jud.
Asentí y cerré los ojos mientras me concentraba en el objeto que tenía en mis manos:
Magicae quod in me est, hoc in corpus meum . Non delates super inimicos meos non indigeo moriar.
(Magia que habita dentro de mi, deja mi cuerpo y entra en este objeto. No me delates frente a mis enemigos, mi muerte no es lo que necesito.)
La oración que me había enseñado mi padre entró dentro de mí sentí una fuerte pérdida junto con una molestia. Nunca había hecho algo semejante, separarme de mi magia era algo que me ponía muy incómoda, ya que podía actuar como una humana con ellos, pero ahora mismo... me sentía desnuda.
El cuarzo se iluminó brevemente, confirmando la transición. Coloqué el collar en mi cuello y moví mis dedos rápidamente, esperando el momento en donde Mac apareciera por esa puerta.
Él sabía algo. Nunca lo había tocado y siempre lo evitaba. Más allá de que pueda interpretarse como una niña huyendo del chico que le gusta, la situación no era esa. Tampoco estaba confirmado que él perteneciera a una familia de Cazadores, pero eso sería lo que estaba a punto de averiguar.
Adam, espero que es esto no me falles.
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Hey, Jude
General FictionLas historias de amor suelen ser demasiado cliché y llamarte Jude, como una canción de los Beatles , suele ser demasiado raro. No conozco a nadie que se llamé así. No soy nueva en el Instituto, no soy la chica que nunca se ha enamorado, ni soy una...