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Micaela un poco atemorizada bajaba las escaleras y se dio la sorpresa de encontrarse a Ethan en la cocina, estaba enfurecido y era porque no había comida para el almuerzo.

— ¡¿Se podi' saber por qué carajos la comida no está lista?!

— Perdón es que me demoré en el cementerio y no quería que...

Micaela de pronto recibió una bofetada en su rostro. Su mejilla quedó muy sonrojada después de eso.

— ¡Maldita perra ociosa o sea yo me mato trabajando y lo único que haci' es vagar al igual que el otro idiota!

Micaela intentó reincorporarse mientras acariciaba su adolorida mejilla.

— Lo siento...

— ¡Deja de pedir disculpas y ponte a cocinar, peruana inútil! —Le gritaba— ¡No sirven para nada, todo tengo que hacer yo en esta casa!

Micaela sin decir nada se ponía a cocinar callada con la mirada baja. Ni siquiera se acordaba cómo se enamoró de Ethan. La primera vez que lo conoció no se portaba tan rudo con ella.

Quizás él tenía razón, ella solo perdía el tiempo y merecía ser golpeada. Después de todo Ethan era el que mantenía la casa.

Por otro lado Manuel asustado salía sigilosamente del cuarto al escuchar al llamado de su padre.

Manuel bajaba un poco intimidado para almorzar y allí se sorprendió al ver a la peruana golpeada y temblando ligeramente en la mesa.

— ¡Siéntate y come en silencio! —Exclamaba el padre enojado.

El chileno no dirigía ni una palabra, solo se limitó a sentarse a comer incomodado por el aura furibunda de su padre.

Manuel y Micaela intercambiaron miradas por unos segundos.

El silencio era incómodo, en vez de sentir una energía familiar era una energía oscura de temor.

— Cuando acabemos de cenar quiero que planches mi uniforme para el trabajo, ¿me escuchaste? —Le decía Ethan a la peruana.

— Sí, Ethan... lo que digas

Y cuando llegó la noche Ethan estaba en su oficina conversando por teléfono con un amigo suyo del trabajo quien era un abogado.

— ¿Qué tengo que hacer para hacerla mi esposa sin que se entere?

— No me digas que otra vez hiciste de las tuyas y la golpeaste como tus anteriores relaciones

— Es inevitable cuando las perras no obedecen —Decía a la defensiva— dime, ¿tienes aún el contrato del matrimonio?

— Sí, mañana te lo traigo si deseas, pero vas a tener que convencerla de firmar

— Lo va a hacer, la tengo doblegada al igual que el otro bastardo de mi hijo, Micaela va a ser mía y ningún weon conchetumare será capaz de quitármela —Dijo con toda seguridad— Lo que sí quisiera es que el contrato me favorezca un poco más... ¿podrías ayudarme con eso?

— No te preocupes que yo me encargo —El amigo de Ethan se reía con la misma maldad.

Tú me entiendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora