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Micaela estaba en el cementerio dejando un pequeño ramo de flores en la tumba de su difunto hijito.

— Hola mi amor —Sus ojos brillaban al sonreír— No me he olvidado de ti, cada día rezo rogándole al señor que cuide mucho de ti en el cielo, tal vez algún día nos reuniremos muy pronto, quiero ser feliz contigo un día y...quisiera no tomar mucho tiempo para irme contigo

Manuel caminaba regresando de la universidad hasta que vio de pronto de lejos a la peruana arrodillada en el pasto frente a una pequeña tumba.

— Me casaré en un par de semanas, solo espero que sea la decisión correcta porque quiero volver a ser feliz... y por supuesto que no me olvidaré de ti, seguiré visitándote todos los fines de semana

— A quién le hablas —Dijo Manuel sorprendiendo a la peruana.

— Oh Manu, solo estaba conversando con mi niño —Sonreía levantándose y sacudiendo sus rodillas— ¿por qué saliste tan temprano hoy?

— Solo tenía un curso, ya terminé

— Qué bueno, ¿quieres ir a comer algo?

— ¿Mi papá está en casa?

— No, se fue a trabajar, ¿Por qué lo preguntas?

— Porque de lo contrario te hubiera pegado a ti y a mí

— Manu, no hables así de él, va a cambiar te lo prometo —Le tomaba de sus manos— y una vez que lo haga será el mejor papá, ya verás

— Eres muy ciega

...

Micaela y Manuel decidieron ir a un restobar cercano. El lugar estaba iluminado con luces de discoteca donde al mismo tiempo habían mesas para comer piqueos contundentes y tragos.

— ¿Quieres bailar un rato después de comer? —Decía emocionada.

— No me gusta bailar

— Ay vamos Manu no seas aburridoo —Lo animaba— Solo una canción ¿sii?

Manuel al final terminó aceptando, él siempre se consideraba amargado para esas cosas pero en un restobar donde está bebiendo trago pues, ¿por qué no bailar una simple canción de salsa?

Micaela lo sacaba a bailar y Manuel poco a poco vencía su timidez. El público para ellos era invisible porque cada paso de baile que daban se forjaba una conexión extraña entre ellos.

Manuel agarraba su cintura y la apegaba más a su cuerpo. Micaela sonreía rodeando sus brazos entre el cuello del chico.

Y como si era el momento especial que faltaba, terminó por besarlo en sus labios.

Manuel se sorprendió sin saber cómo reaccionar su boca estaba cerrada pero el deseo emergió de pronto en su pecho ocasionando que abriera su boca para darle paso a la peruana a que explore su boca, recorriendo su lengua entre sus dientes y encías.

Los dos estaban tomados pero más Micaela que se había excedido más, al separarse, la pelinegra lo miraba sonrojada y lo volvió a besar, Manuel correspondía sin pensarlo y sentía su lengua rozar con la suya, le gustaba incluso el sabor a licor que estaba en sus paladares y como si fuera poco deseaba probar el sabor del licor cuando lo esté vertiendo en el cuerpo de Micaela...

Tú me entiendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora