12✨

82 17 2
                                    

Ethan estaba trabajando hasta la noche. Por lo que Manuel y Micaela tenían todo el día para ellos solos.

El chileno hacía el amor con ella un sin número de veces. Se sentía tan feliz saber que su prohibida relación volvió.

— Madre...quiero casarme contigo —Decía el chico enamorado— Te amo tanto, no puedo vivir sin ti

— Awww Manu, ¿estás loquito por mí otra vez?

— Siempre lo estuve, esa vez que te enojaste conmigo casi me moría... y no no quiero que eso se repita, quiero hacerte feliz cada día y más aún con mi pequeño hermano

Micaela se reía acariciando los cabellos del chico y después lo besaba en sus labios.

— Awww soncito, yo jamás me enojaría contigo, eres mi adorado hijo ahora y te amo como no tienes ni idea...

Manuel después le abría las piernas y hundía su boca en la intimidad de la chica lamiendo sus labios vaginales. La peruana se erizaba por sentir ese cosquilleo en su entrepierna y no evitó llenar la habitación con sus gemidos placenteros.

Y así estuvieron haciendo el amor todo el día, Manuel estaba cansado luego de vaciar su esencia dentro de la intimidad de la peruana.

Para Micaela se le hacía tierno el hecho de ver al chico dormir sobre sus pechos y al mismo tiempo le excitaba. Ella lo abrazaba como una madre dándole amor a su hijo.

Cuando eran las 4 de la tarde, ellos decidieron ir al cine un rato. Y no había problemas para ellos en expresar su amor. Se besaban y se abrazaban en público, quizás algunas malas miradas pero no les importaba. Micaela para tener 40 no lucía de mucha edad.

Se tomaban de la mano mientras hacían cola para el cine. Manuel no pudo evitar en volver a besar a su madre en los labios. Le excitaba saber que podían expresar su amor en público. Los dos reían como dos adolescentes enamorados.

Y lo mejor era que aún tenían horas del día para seguir estando juntos.

No obstante, no contaron con que alguien los estaría observando desde lejos...

Mientras que Ethan trabajaba recibió de pronto una llamada del teléfono en su oficina.

— Ethan, mi querido amigo...—Decía desde una cabina telefónica.

— ¡Fernando! El hombre que me ayudó a hacer mi esposa a la mujer de mis sueños —Decía orgulloso— ¿qué sucede?

— No me vas a creer lo que vi, y espero tengas estómago para digerir las fotos que te voy a mandar

— No entiendo, ¿de qué fotos estás hablando?

— Te las tengo que mostrar cuando llegue porque dudo que me creas lo que te voy a decir

— No entiendo

— Ethan, tu esposa y tu hijo son amantes...

Tú me entiendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora