El precio

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Las cadenas se sentían por toda la calle en la espesa noche. Las personas cerraban con brusquedad las puertas para luego mirar por las ventanas. Un hombre de túnica rota y ensangrentada, y los pies gastados de tanto caminar, llevaba en su mano un farol de tenue luz que le guiaba el camino por toda la carretera. A su alrededor, almas en pena avanzaban flotando a pocos centímetros del suelo.

Lina, abrió la puerta lentamente y asomó la cabeza. El hombre parecía emitir quejidos de agonía mientras las cadenas de sus piernas seguían arrastrándose. Lina abrió los ojos como platos y él miró hacia ella. La chica cerró la puerta.

―Tengo que esconderme ―murmuró. La poca luz en aquella habitación desapareció. Se recargó a la puerta pero cayó de espaldas. Se quejó e intentó levantarse. Una presión en su pecho la hizo desistir. Aquel hombre se iluminó la cara con el farol y pequeños gusanos, blancos, negros y rojos, salían de sus cuencas carentes de ojos. Una corona de espinas incrustada en su cabeza hacía que  sangre cayera sobre la ropa de Lina―. ¡Aléjate! ―grito y despertó en su cama, empapada en sudor. Una gota de sangre cayó sobre sus labios. Miró hacia el techo. Aquel hombre le sonreía. La cruz en sus manos tenía sangre. La mujer apenas y podía moverse, ni menos hablar.

―Yo soy el Dios Supremo y tu creador ―una voz espectral salió de sus labios―, y tus días de pecadora terminaron ―dejó caer la cruz y se enterró en el estómago de Lina y entonces gritó. Los presentes en la Iglesia se giraron hacia ella. Sudaba. Su cuerpo temblaba.

El padre no había dejado de leer. Alzó la mirada.

´´Así que Jehová vio que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designo de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. Y jehová sintió pesar por haber creado al hombre en la tierra, sintió un gran dolor en su corazón. Génesis 6-5-6´´

Recitaba el padre mientras ella se ponía de pie. En su cabeza seguía la imagen nefasta de aquel hombre. Lágrimas corrían por las mejillas de aquella joven de padres cristianos y una lista de pecados que la perseguían.

—Me arrepiento de todo aquello que hice ―comenzó a decir ella. Secó las lágrimas con un pañuelo y miró al sacerdote―, de todas y cada una de mis depravaciones mal vistas por nuestro señor ―se detuvo frente al estrado poniendo las manos sobre la biblia.

― Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviese sed, yo le daré gratuitamente de la fuente de la vida  ―la voz del sacerdote se escuchó en toda la estancia. Ella miró hacia el Cristo crucificado con sonrisa de arrepentimiento. Él le devolvió la mirada y sangre comenzó a correr por sus mejillas.

Reflexiones y horrores♥️♣️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora