El robot

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Las luces bicolores del cartel del restaurante brillan intensamente. Lucía se detiene frente a las puertas y suspira. Agarra sus manijas; empuja hacia adentro las puertas y entra captando las miradas tanto de humanos como robots humanoides con extremidades adicionales e implantes de cabello quienes degustan de los diversos platillos y bebidas que ofrece el restaurante.

Un camarero robot, de pequeña estatura y aspecto de niño, se le acerca y le indica tomar asiento en una de las últimas mesas. Lucía sonríe y camina hacia la mesa. Corre la silla y toma asiento poniendo el bolso sobre la mesa junto a un botón verde. Presiona el botón y una tabla holográfica aparece frente a ella. Dicha tabla, contiene las ofertas del menú: desde dulces hasta bebidas alcohólicas. Ella selecciona lo de siempre: arroz moro, raciones de pollo, acompañado de una botella de vino. La tabla desaparece y en la mesa se muestran una serie de números con la cuenta regresiva del pedido: 20 minutos.

El robot corre las cortinas y una brisa fría se cuela despeinando a Lucía, quien saca de su bolso una revista de modas. Abre la revista y observa a cada modelo que posa en sus páginas dando promoción a las nuevas marcas y diseños de calzados y ropa que se han estrenado. Enrosca un mechón de su cabello con un dedo recostada al espaldar de la silla mientras la tranquilidad reina en la estancia.

La puerta de la cocina se abre. El robot con aspecto de niño sale con la bandeja del pedido de Lucía. Ella cierra la revista y dirige la mirada hacia él, el cual mantiene una sonrisa de oreja a oreja, a cada paso que da.

― Aquí tiene su pedido ―lo coloca sobre la mesa sin borrar la sonrisa. Lucía no articula palabra alguna y evita mirarlo. Su sonrisa no le parece nada bueno―. Espero que lo disfrute ―deja los platos; los cubiertos; la botella y una copa, sobre la mesa y agarra la bandeja. La sonrisa no se despega de su rostro. Lucía lo mira. Los ojos del robot no se mueven, ni pestañea, son dos canicas verdes vidriosas.

El camarero se marcha y ella comienza a comer sin dejar de pensar en el tan pelicular robot. Se sirve vino en la copa y la lleva a sus labios sorbiendo la bebida tranquilamente. La vista se le nubla mientras más bebe. Se detiene. Suelta la copa la cual cae a la mesa manchando el mantel. Lucía cierra los ojos con fuerza y los abre pero su visión empeora. Sus ojos se cierran solos esta vez y su cabeza cae sobre el plato.

Despierta atada de pie y manos a una cama. La cabeza le da vueltas. La habitación semi iluminada, no tiene ventanas, solo una puerta. Se mueve un poco pero en vano.

―¿Dónde estoy? ―dice en voz baja. La puerta se abre. El robot entra sostenía un cuchillo eléctrico La sonrisa seguía en su rostro. Ella vuelve a moverse. El robot presiona un botón de su brazo y las cadenas que someten a Talia comienzan a apretarla. Arquea su cuerpo entre muecas y gimoteos de dolor―. ¡Duele!  ―el grito retumba en la habitación.
El robot se acerca alzando su cuchillo. Ella patalea. Las cadenas suenan. El cuchillo entra en el muslo de Talia. Pega un fuerte grito. La sangre chorrea. El robot hace girar su cabeza estando feliz.

―¡Noo! ―Talia despierta gritando. Los presentes la miran confundidos. Susurran entre ellos. Mira hacia el frente. El robot la observa con su característica sonrisa.

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