Voy por ti

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Tumbada en la cama, Rachel pensaba en su novio, ese chico que la hacía suspirar a cada segundo. Un chirrido ensordecedor hizo que se sobresaltara. Miró hacia el armario: las puertas medias abiertas. El chirrido ya no se sentía. Creía que su cabeza explotaría en cualquier momento. Soltó un largo suspiro y se tumbó una vez más. Miraba hacia el techo, intentando concentrarse en las estrellas que simulaban el mismo universo. El chirrido se escuchó una vez más. Se incorporó en la cama y llevó las manos a su cabeza apretando los dientes. Era más que molesto. Sus oídos comenzaron a sangrar lentamente. Vio de reojo como la sangre caía sobre sus hombros. Comenzó a llorar, pero el chirrido era más audible que sus sollozos. Esta vez la sangre brotaba de sus ojos y sus lágrimas se fusionaron con la sangre para correr por su piel de forma lenta. La sangre cayó sobre la cama. La frecuencia del chirrido disminuía y su llanto también. Bajó de la cama. Caminó hasta el armario. Suspiró una vez más. Tomó la manija de la puerta izquierda y jaló rápidamente hacia ella. Soltó la manija. Sus ojos parecían salirse de sus cuencas. Sintió un calor abrazador en su cuerpo en el momento en que comenzó a retroceder. Un ser de mediana estatura, piel pálida, carente de ojos y nariz, boca pequeña de la cual sobresalían dos largos colmillos, salió del armario. Los cientos de ojos que se encontraban en su espalda, miraban hacia todos lados. Sus brazos eran largos mientras que sus piernas más cortas. Rachel solo observaba a aquel monstruo salido de la nada. Por más que quería moverse, sus pies no respondían. Su corazón latía desesperado. La criatura se movió ágilmente dirección a Rachel, quien seguía estática. Movió un brazo hacia el rostro de la joven. Las afiladas garras le rasgaron la piel. Rachel llevó las manos a su rostro. La sangre se escurría entre los dedos, mientras ella gritaba de puro dolor. La criatura lanzó otro ataque hacia su estómago, su blusa se rasgó y la sangre no tardó en salir. Rachel en ese momento comprendió que era mejor rendirse. Ya luchar era imposible. Solo se dejó caer hacia atrás pero despertó en su cama. Jadeando. Las gotas de sudor corrían por su rostro como si de una carrera se tratara. Miró hacia su mesa de estudio junto a la ventana. Se sentó en el borde de la cama para luego abandonarla y con pasos cortos se acercó a la mesa. Un pedazo de papel sobresalía de su diario. Lo retiró lentamente. La llevó a la altura de sus ojos pero se sorprendió al ver lo escrito en el papel. Sintió como algo filoso atravesó su estómago. Una larga uña sobresalía. El pedazo de papel cayó al suelo. Luego Rachel. El papel se llenó de sangre, pero aún se podía ver lo escrito: Voy por ti.

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