Cuatro tazas estaban en la pequeña mesa que tenía Santiago en el centro de su departamento, una repleto de café de la olla que había aprendido a la mala que era de Alejandro porque estaba extremadamente dulce, un té de jengibre el cual ahora estaba en las manos de Ketsaly, un café americano que había dejado a medio tomar Lucas y él suyo con hielo, ya que, como siempre negaba a tomar alguna bebida caliente aún si estuviera a menos dos grados centígrados, se negaba a eso. Así como ahora se negaba a aceptar la verdad que pasaba frente de sí y el hecho de que esas tres personas estuvieran involucradas ahora en su vida.
- Cuando quieras –Se atrevió a hablar Santiago mirando a su mejor amigo con el ceño más que fruncido y la expectativa- Explica todo este desmadre al cual dices que pertenezco y que mi mamá es la llorona.
- No es... - Lucas resopló cansado, pero ignoró esto y continuo- Como me refería a que son parientes directos no me refería precisamente a sus hijos, tú al igual que Ketsaly pertenecen a un largo linaje que viene desde tiempos antiguos, la diferencia entre ella y tú, es que, a ella le inculcaron que era descendiente de un dios desde pequeña y siempre estuvo en contacto con mi familia.
Santiago volteo a ver a la chica que ahora se encontraba bebiendo tranquilamente su taza de té.
- ¿Y esa es la razón por la que te crees mucho?
- No me creo, lo soy –Respondió tranquilamente la chica sin dejar de tomar su taza de té- No te desquites conmigo porque no sabías la verdad de tu familia.
- Ya –Santiago dio el tema por sentado- ¿Y este? –Dijo volteando a ver al motociclista que se encontraba echándole más azúcar a su café- ¿Sabia de quien era pariente?
- Bueno –Lucas se encogió de hombros no sabiendo cómo abordar ese tema- Alejandro, pues... En él es diferente, él si es descendiente directo. Su papá es el charro negro.
Santiago volteó a verlo y Alejandro le sonrió con la cuchara del azúcar en la boca.
- Tú mamá si tiene gustos extraños.
- Yo ya hice ese chiste cuando me entere, gracias –Ironizó Ale a la vez que mezclaba su café- Bueno, al menos yo puedo decir que mi papá se fue a buscar almas en vez de cigarro, eso es nuevo... Y da gracias a eso, porque gracias a que soy hijo de quien soy, esa cosa en el metro no te atacó.
- Casi nos carga la verga a ti a y a mí –Recordó Santiago.
- ¡Pero nos di tiempo de correr!
- Eso tampoco es cierto –Agregó Ketsaly riendo sobre su taza de té.
- Ahora todos son críticos.
- Compa, tú no ayudas en nada, la que nos ayudo fue...-Santiago cayó al sólo recordar- La dama elegante del vestido roja... ¿Quién era? –Preguntó volteando a ver a su amigo- No más mentiras, Lucas.
Sin embargo, antes de que Lucas o cualquiera de los muchachos pudiera decir algo se sintió una leve brisa en el departamento y todas las luces se extinguieron, lo único que iluminaba el lugar era una pequeña vela aromatizante que Santiago tenía y fue ahí cuando la vio. Para de en una esquina con elegante vestido rojo y su mirada enigmática, Santiago ya empezaba a entender de quien se trataba.
- Flaca...-Se escuchó la voz de Alejandro y Santiago apenas pudo notar como este parecía familiarizado con ella, como si estuviera acostumbrado a tratarla- ¿Dos veces en un día? Nos honra tu presencia...
- No es momento para bromas, charrito –Dijo de forma firme la mujer de labios y vestido rojos. Santiago apretó los labios cuando notó como se acercaba a él- Ya sabes quién soy, ¿verdad?
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El llamado de los colibrís
УжасыSantiago de la Luna sólo quería vivir de la historia, nunca se imaginó que en eso vendría implícito el ser descendiente de una de las más grandes leyendas de México y tener que seguir con su legado.