II

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Puta madre.

¿Por qué se había quedado horas extras?

Cierto, era pobre.

Pero en su defensa, esta vez había exagerado su jefe en dejarlo tanto tiempo, estaba bien que había llegado, sin embargo, no era para salir a eso de casi las diez de la noche. Santiago empezaba creer firmemente que era mejor empezar a mudarse a su trabajo que seguir rentando, total, pasaba más tiempo en la oficina que en otro lado.

Miro su celular para ver la hora y se dio cuenta que al menos le alcanzaba el tiempo para ir a comprar algo de cereal a alguna tienda de la esquina u Oxxo que estuviera abierto, mientras caminaba se dedicó a ver las notificaciones de su teléfono. Tenía varias llamadas perdidas de Lucas y mensajes de este ya sea en Messenger, WhatsApp, Instragam e incluso se sorprendió a ver que la había mandado por TikTok.

- ¿Pues qué los padrecitos no viven en el celibato y despegados de todo lo terrenal? –Preguntó para sí, sin dejar de ver su teléfono y haciendo fila para pagar, deslizando uno tras otro los mensajes de su amigo y dándole me divierte a uno que otro. No recordaba la última vez que Lucas había estado tan insistente en que salieran, desde que se metió más en la iglesia y él a la universidad eran pocas las ocasiones en las que podían verse y ahora que ambos habían terminado sus ¨estudios¨ lo curioso, es que, ahora ambos tenían demasiado trabajo para poder verse.

Él inmerso en un trabajo que no quería y Lucas tratando de conseguir un trabajo que anhelaba, pero no le daban.

Aún no podía creer que uno de sus mejores amigos estuviera tan inmerso en la iglesia, él nunca fue religioso ni de niños, adolescente y mucho menos ahora de adulto. Claro que creía que había algo más allá de la muerte, sin embargo, seguía sin saber qué era eso que tanto le llamaba. Esa había sido una de las razones por las que estudio historia, le gustaba saber el origen de todo, de donde provenían las cosas y las personas y todo lo que había pasado para que él ahora estuviera ahí.

Tratando de cazar una oferta de cereales porque estaba a mitad de quincena.

Tal vez eso sinceramente no quería descubrirlo.

Salió de la tienda con su bolsa de mandado en mano, sin dejar por un momento de ver su celular mientras caminaba, estaba muy concentrado caminado y leyendo el nuevo fanfic que uno de sus autores favoritos, hasta que lo notó.

Santiago era alguien despistado, pero hasta él se dio cuenta de que alguien lo estaba observando, detuvo brevemente su paso para bajar su celular y dar una rápida mirada a su alrededor, apenas al hacer eso cayó en cuenta de lo tarde que era y que si no se daba prisa no alcanzaría el ultimo metro que lo dejaba cerca de su apartamento, sin embargo, al volver a pasar su vista a su alrededor ahora sí pudo captar algo. Una figura a lo lejos de una persona, esta se encontraba recargada en una moto negra con sus luces apagadas y el casco puesto, esto le impedía ver el rostro del dueño de la moto, pero de algo estaba seguro. Lo estaba observando.

- Verga...

Santiago no pudo evitar tensarse al recordar como en la mañana doña Lupita le había dicho que alguien en moto lo estaba buscando y eso no podía ser nada bueno. Guardó su teléfono y se apresuró a aumentar su paso, total, podía ver la entrada del metro cerca de él.

- Verga, verga, verga...-Maldijo entre dientes cuando vio como las luces de la moto habían sido encendidas y el motor de esta surgir. No le importó verse desesperado cuando empezó a semi correr dispuesto a llegar a las escaleras del metro y no le importó para nada gritar cuando sintió las llantas de la moto casi pisándole los talones. Corrió lo más rápido escaleras abajo y agradeció lo pequeña que era esa entrada para que la moto no pudiera pasar. Una vez por completo dentro de la estación del metro se permitió respirar tranquilo hasta que se dio cuenta de algo- ¡¿Qué chingados?! –Gritó al darse cuenta que, efectivamente el dueño de la moto se encontraba justo en la entrada del metro, sin bajar por las escaleras, pero viéndolo fijamente a través del casco, sin decir ni hacer nada, como si estuviera analizando como bajar por él- ¡¿Qué quieres, cabrón?! ¡Ni te conozco ni te debo nada, wey! ¡Te equivocaste de persona, pendejo! –Sí, claro que se escuchaba muy valiente, pero aquel sujeto no tenía que saber que estaba temblando mientras decía eso y más cuando escuchó otra vez el rugir de la moto. Pudo notar como el desconocido lo veía fijamente unos segundos a través del casco antes de darse media vuelta e irse- Verga wey...-Suspiró dejándose caer en el suelo, con el corazón latiendo a mil de horas antes de que la sangre se le congelara al notar algo.

El llamado de los colibrísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora