El gran lago de Xochimilco se cernía frente a él y Santiago sólo podía pensar que eran muy pocas veces que lo había visitado a pesar de que tenía toda su vida viviendo en Ciudad de México. Eran mediados de septiembre, aún se podían apreciar algunos turistas por la zona y el cómo iban y venían. A unos metros de él podía ver como Lucas y Ketsaly hablaban de algo que no alcanzaba a escuchar y señalaban las trajineras. Desde el momento en que salieron de su departamento se negaba hablarle a Lucas, por más ridículo que sonara, se sentía traicionado y sobre todo asustado. Aun no podía creer toda esa historia y que él estaba metido en todo eso y ahora ahí estaba. Con unos completos desconocidos (porque Lucas habida pasado a ser eso en el momento que le mintió) tratando de averiguar cómo sobrevivir a una especie de legado que ellos no habían pedido, que sobre todo él no había pedido.
- ¿No crees que fuiste muy duro con el padrecito?
Santiago se sorprendió en el momento que se dio cuenta como Alejandro había llegado a su lado sin hacer ruido, tranquilamente con un elote en mano que no sabía dónde chingados se había sacado.
- ¿Y a ti que te importa? –Preguntó a la defensiva Santiago a la vez que se levantaba los lentes de sol que traía puesto y los dejaba sobre su cabeza- No creas que somos amiguis o algo por el estilo, sólo tenemos la mala suerte de que seamos parientes de quienes somos, aparte que aún no se me olvida que intentaste matarme.
- Yo no intenté matarte –Dijo verdaderamente ofendido, Alejandro, dándole una mordida a su elote- Gracias deberías darme porque te salve de esa cosa en el metro.
- Y dale con eso –Bufó Santiago- Que tú no me salvaste, cabrón. Casi nos matan a los dos.
- Que forma de iniciar una amistad.
- No somos amigos –Realmente Santiago ya se empezaba a hartar de eso. Había tenido que faltar a su trabajo para poder ir a investigar todo eso, no estaba en condiciones económicas para hacer eso y no sabía realmente cuanto duraría en terminar con aquella ¨misión¨ y encontrar su objeto maldito. No tenía el tiempo ni el dinero para eso. Alzó ambas cejas cuando vio como Lucas y Ketsaly se acercaban a ellos- ¿Qué hablaban allá?
- Estábamos checando lo de las trajineras y cuánto cuesta subirnos –Habló Ketsaly, sacudiéndose el polvo de los pantalones- Y cuánto cuesta si nos llevan en un tour nocturno.
- No debió ir Ketsaly –Añadió Alejandro.
- ¿Por qué? –Dijo Lucas.
- Es güera –Añadió Ale como si fuera lo más obvio- Nos van querer cobrar más.
- Ay, no mames.
- Es la verdad.
- Ya –Bufó Santiago- ¿Cuánto nos cobran?
- Quinientos a todos si vamos con el tour –Dijo la única chica del grupo a la vez que señalaba a la demás gente- Pero debemos de subirnos ya.
- ¿Y qué les decimos luego? –Preguntó Santiago- Oiga, señor ¿nos puede dejar cerca de donde pasé la llorona? Es que es para una tarea.
- Ahora sólo vamos a revisar el lugar y sus alrededores para saber más o menos en que zonas buscar en la noche –Se atrevió a hablar Lucas por primera vez.
- ¿En la noche?
- Esto sólo lo podemos hacer de noche –Puntualizó el monaguillo- Debemos de encontrar a la Llorona, si es que la vemos y que nos guie a tu objeto perdido.
ESTÁS LEYENDO
El llamado de los colibrís
HorrorSantiago de la Luna sólo quería vivir de la historia, nunca se imaginó que en eso vendría implícito el ser descendiente de una de las más grandes leyendas de México y tener que seguir con su legado.