La luna menguante era lo que apenas podía distinguir Santiago por el rabillo del ojo cuando apenas se animó a salir de su escondite, él consistía en uno de los muchos puestos de comida que había alrededor de todas las trajineras. De reojo pudo ver como Lucas y Alejandro salían de debajo de uno los botes que para esa hora de la noche estaban boca abajo y como Ketsaly se asomaba por el baño de mujeres.- ¿Por qué no se nos ocurrió eso? –Dijo en un suspiro Lucas, volteando el barquito junto con Alejandro cuando vio a la chica salir muy campante de su escondite.
- Por si los atrapaban a ustedes, nos daba más tiempo a los demás de correr –Dijo sonriente Ketsaly ayudando a los muchachos a salir de su escondite.
- Ya sé porque en las películas o series los protagonistas siempre son adolescentes –Dijo Santiago mientras le daba la mano a Alejandro para ayudarlo a levantarse.
- ¿Por qué todavía no tienen problemas en la espalda por estar mucho tiempo en una posición? –Ironizó Alejandro, sobándose la cadera y sacudiéndose el polvo.
- Aparte –Rio Santiago- Porque si los atrapan, no son llevados a la cárcel, cuando mucho tienen un castigo y ya, aunque en mi caso puede que mi madre me castigué por ir a la cárcel, así que no sé cuál es peor.
- En la cárcel te iría mejor –Dijo divertida Ketsaly, antes de que se pusiera atenta al escuchar unos ruidos a su alrededor- Bien, ya estamos adentro, ¿ahora qué?
- Yo pensaba que tomáramos una de las trajineras prestadas, pero...-Para ese momento Lucas se había puesto otra vez de cuclillas tratando de voltear el bote donde antes estaba escondido- Pero creo que en el bote será más rápido y menos vistoso, ayúdenme a voltearlo.
- ¿Qué algo de la iglesia no dice ¨no robaras¨? –Dijo divertido Alejandro, empezando junto con Santiago a voltear el bote.
- No estamos robando, estamos tomándolo prestado –Afirmó Lucas.
- ¿Tú le crees? –Dijo Alejandro volteando a ver a Santiago.
- Así como lo ves de santo y todo, es medio mentiroso...
- Nunca me vas a perdonar, ¿verdad?
- Dame tiempo...
- ¡Oigan! –Grito Ketsaly en un susurro, la cual hasta ahora se dedicaba a alumbrar a los muchachos con su teléfono- Dejen de jotear, creo que todavía hay gente por aquí...
- Entonces, hay que darnos prisa –Dijo Alejandro para que en un brusco movimiento terminara de voltear el bote y empujarlo al principio del lago ante la mirada de todos- ¿Qué esperan? ¿Qué les de la mano y un besito para subir al barco? ¡Apúrense!
Sólo basto decir eso para que los demás jóvenes entraran a tropezones al pequeño bote y se acomodaran en un principio algo escondidos para que no los vieran, pero una vez más adentrados en el lago, se permitieron sentarse de manera adecuada en el bote mientras veían todo a su alrededor, en una inmensa oscuridad y un silencioso aplastante.
- ¿Cómo fue? –Pero fue Santiago el que se animó a romper ese silencio, en todo momento con su vista en el agua.
- ¿Qué cosa? –Preguntó Ketsaly, que se dedicaba a mirar la pequeña franja que era la luna.
- Cuando se enteraron de quienes eran –Dijo Santiago de una, volteando a ver por primera vez desde que se subieron al bote a los demás jóvenes- Dicen que ya sabían, pero no creo que fuera así de la nada...
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El llamado de los colibrís
HorrorSantiago de la Luna sólo quería vivir de la historia, nunca se imaginó que en eso vendría implícito el ser descendiente de una de las más grandes leyendas de México y tener que seguir con su legado.