Capítulo Uno

2.7K 276 60
                                    

Max Verstappen miró al hombre que estaba tumbado en la cama del hospital. La enfermedad no había menguado la brusquedad de Frans Verstappen ni su despreciativa naturaleza.

-Ya me has oído-Le decía, clavando en el sus grisaceos ojos azules. Como un par de pistolas apuntando directamente a su corazón, poniendo en peligro la única vida que Max conocía-No recibiras un céntimo. Todo sera para Lando.

Max había aprendido que mostrar su emociones lo convertía en un blanco más fácil. Y sabía que habría más después de esa declaración de su abuelo. Él lo había apartado de su corazón, pero siempre había conseguido darle una milésima de esperanza para que siguiera esperando. Y como un perro a punto de morir de inanición, Max siempre aceptaba las migajas.

Eran su única esperanza de que aquel hombre que le había permitido vivir en su casa durante años, sentíera algo por el hijo ilegitímo de su desgraciado hijo.

Esas débiles esperanzas eran su verdadero enemigo, no el hombre que yacía en la cama ni su primo Lando, el nieto favorito del viejo Frans.

-¿Y el rancho?-Se atrevio a preguntar Max en voz baja.
-El Four Bulls pertenece a quien sea capáz de llevar adelante el legado familiar.
Max volvió a sentir la familiar punzada de celos y frustración.
-El legado familiar no significa nada para Lando. Él vendera el rancho después de que hayan cerrado tu ataúd.

Las palabras eran brutales, pero Max ignoro el sentimiento de culpa por haberlas pronunciado. Estaba luchando por la única cosa que podía poseer en la vida.
Los ojos del viejo brillaron con interés. Era como un lobo que hubiera olido la sangre.

-Lo deseas con todas tus fuerzas ¿Verdad?
Max no contestó porque los dos sabían cuanto deseaba aquel rancho. Adoraba la tierra, la llevaba en la sangre.

El Four Bulls era el único lugar que podía llamar su hogar. Y no era porque en él viviera toda su familia, sino por la tierra de Texas y todo lo que la nutría. Había esperado mucho tiempo y deseaba heredarlo. Al menos, una parte de él.

El hombre tumbado en la cama intentó reír, pero se atragantó y tuvo que toser, Max no dio un paso hacía él por que sabía que su abuelo lo habría rechazado. Nunca había permitido demostraciones de afecto. Y él nunca se las había ofrecido.

Max pensó que no quería seguir hablando del asunto, pero cuando abrió los ojos pudo ver en ellos un brillo de interés.

-Has sido una verguenza desde que tu madre te llevo a casa, pero llevas mi sangre. No te dejare un céntimo más que lo que sea necesario para operar los primeros seis meses, pero el rancho será tuyo...si consigues un marido antes de que yo muera-Siguió Frans, con una sonrisa diabólica.
Max se quedo estupefacto.

-La gente cree que estas enfermo. La mayoría ni siquiera estan seguros de que seas un hombre. No me importa que seas un bastardo, pero no voy a permitir que mi rancho lo maneje un inadaptado que nunca tendra hijos-Añadió, letal. Max sintió que le daba vueltas la cabeza. La habitación parecía moverse-Ve a ver a mi abogado. Su nombre esta en la copia del testamento. Y ahora vete, necesito descansar.

Aún atónito, Max se dio la vuelta y salió de la habitación con toda la dignidad de la que era capaz. Pero una vez fuera tuvo que sujetarse a la pared porque se le doblaban las rodillas. estaba temblando.

Iba a heredar el ranchoo, los treinta mil acres del Four Bulls podían ser suyos. El premio que había deseado, el premio por el que había vivido una vida de dolor y privaciones...

Su abuelo se lo había dado y, un segundo después, se lo había quitado de las manos.
Un marido, los hombres como él no encontraban maridos.

Según su abuelo la gente ni siquiera estaba segura de que fuera un hombre, Pero él le diría cualquier cosa para robarle la poca confianza que le quedaba, cualquier cosa para humillarlo.

Más que una herencia.  ❉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora