Capítulo Dos

1.8K 254 65
                                    

Sergio Pérez era un déspota. Un hombre dominante y seguro de sí mismo al que no le gustaba esperar.

Antes de tomar el avión, fueron al despacho de su abogado para que redactara la separación de bienes que sellaba su acuerdo y, mientras firmaban, Sergio parecía observar todos sus movimientos. Max se sentía incómodo, estaba acostumbrado a ser invisible y aquella constante vigilancia lo ponía nervioso.

Le dolía la cabeza cuando el avión toco tierra en Las Vegas. Con las maneras bruscas a las que había empezado a acostumbrarse, Sergio lo precedía por la terminal, prácticamente tirando de él.

Después de conseguir la licencia, fueron a unos grandes almacenes para comprar todo lo que Sergio había decretado que necesitaban para la boda, pero, al menos, lo había dejado pagar su ropa.

Max lo había hecho por orgullo y por que su cuenta corriente se lo permitía, solo tenía vaqueros y camisas de cuadros y aprovecho la oportunidad para comprar unos trajes y ropa interior.

Una vez que había ido tan lejos, se dejó convencer para ir a la peluquería para que le arreglaran el cabello.

¿Por que había hecho eso? se preguntaba, pero el espejo de su habitación le daba la respuesta.

Había dejado de parecer un peón de un rancho; era un novio. El traje de lino blanco con aquella chaqueta era elegante y sofisticado.

Max no sabía que fuera tan guapo, nunca lo había sospechado porque no había querido hacer nada que Lando pudiera interpretar como un reto.

Y eso significaba no arreglarse, no llevar ropa sofisticada, ni algun accesorio. Max había ahogado todos sus insitintos naturales para evitar desagradables comparaciones.

Pero Sergio le había dado una excusa para dar rienda suelta a sus reprimidos deseos. Había conseguido un novio que no lo avergonzara frente a un juez de paz, pero Max no podía volver al rancho vestido de aquella forma.

Después de la ceremonia, todo lo que había comprado aquel día quedaría guardado en una bolsa en el bungaló que ocupaba en el Four Bulls. Era esencial que nadie sospechara de su matrimonio con Sergio Pérez y solo él lo vería de aquella forma.


✺¸.•'*¨'*•✺ ✺•*'¨*'•.¸✺


Iba a casarse con un Verstappen, Sergio llevaba pensando eso toda la tarde, observandolo para encontrar en él un rastro de arrepentimiento.

Al principio había visto solo a un hombre reservado y silencioso, pero su forma de apartar los ojos cuando lo miraba lo hacía sospechar de los motivos reales para ese matrimonio.

Sergio se tomo su tiempo observándolo a través de la puerta que conectaba a los dormitorios. Max se estaba mirando al espejo y las emociones que vio en su rostro lo dejaron fascinado.

Se miraba como si no se hubiera visto nunca. Y quizá era así, Sergio supo inmediatamente que no era soberbia lo que lo hacía estar frente al espejo durante tanto tiempo, si no sorpresa.
Aquella imagen tan bonita y elegante no se parecía a nada al peón con el que había salido de Texas.

Sergio imagino lo que había sido su vida en el rancho con Lando, un estupido niño mimado y egoísta. Él timido y serio Max habría sufrido tantos desprecios de su primo que seguramente ignoraba que era dos veces más guapo que su primo.

¿Qué clase de hombre era Max Verstappen? ¿Por qué había soportado el maltrato de su abuelo y de su primo después de los dieciocho años, cuando había podido marcharse y hacer lo que quisiera con su vida?

Había visto la pasión en sus ojos cuando le dijo que no podia quedarse con los brazos cruzados y perder el Four Bulls y, sin embargo, el instinto le decía que se había quedado por algo más que el rancho.

Más que una herencia.  ❉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora