Durmieron hasta las siete de la mañana y Max fue el primero en despertarse. Una vez pasada la sorpresa de encontrarse entre los brazos de Sergio, se dio cuenta de que él lo abrazaba como si no quisiera soltarlo nunca.
Sus facciones estaban rebajadas, tenía sombra de barba y Max recordó el inesperado placer de verlo afeitándose la mañana anterior.
Placer. Era una palabra que Max asociaba con el agua helada en un día de calor, o aquellos primeros minutos cuando se metía en la cama agotado y notaba cómo sus músculos iban relajándose entre las sábanas.
Siempre habia disfrutado del placer de montar un buen caballo, el placer de un atardecer o una noche de verano.
Pero el placer en un hombre, el placer de aquel hombre, hacía que los modestos placeres que hasta entonces había disfrutado fueran fragmentos del placer que lo esperaba: un placer profundo, un placer sensual, un placer tan perfecto y significativo que lo abrumaba.
Y había otros placeres, como ver a Sergio afeitarse, tocar su cuerpo, mirarlo, estar acostado a su lado escuchando el murmullo ronco de su voz.
¿Cómo podría vivir sin el placer que le ofrecia aquel hombre? ¿Cómo podría vivir sin él?
Había sabido desde el principio que aquel matrimonio no duraría. No tendría razón de ser una vez que su abuelo muriera ¿Sería posible que después de lo que había ocurrido entre ellos Sergio lo dejaría ir?
Max no pudo evitar restregar la cara contra el pecho masculino, como una gatito rogando que le hiciera un sitio en su vida.
Aquella patética imagen lo avergonzó, pero no podía dejar de explorarlo con los dedos. Max disfrutaba de aquel contacto humano de una forma que nunca antes se había permitido.
Pero solo por que Sergio estaba dormido, cuando se despertara se apartaría. No podía soportar la idea de enfrentarse con él después de lo que había ocurrido la noche anterior.
¿Cómo se comportaría por la mañana? ¿Habría cambiado algo para él?Max había cambiado irrevocablemente. Su orgullo le decía que no debía mostrarle el profundo afecto que sentía por él, un afecto que lo hacía desear tocarlo y acariciarlo. Un efecto que lo hacia desear aprender todo lo que pudiera sobre él y ser su compañero, su amigo.
Compartir su vida, mejorarla si pudiera, hacer realidad sus deseos fueran los que fueran y, sobre todo darle placer.
Aquellos tontos pensamientos eran la prueba de su ignorancia y su ingenuidad ¿Qué podría darle él a un hombre como Sergio Pérez? Max ignoraba todo sobre las relaciones sexuales, no sabía como hacer cosas que un hombre como Sergio Pérez exigiría de su esposo.
Él era demasiado inteligente y experimentado coomo para encontrar la felicidad en un hombre cargado de problemas emocionales de los que cualquier hombre pudiera soportar ¿Qué podría ser para Sergio, más que una carga?
Max estaba tan distraido con aquellos pensamientos que cuando Sergio apretó su mano se sobresaltó.
-No pares-Susurró con voz ronca-Tienes unas manos preciosas Max. Me gusta mirarlas.
-Tengo callos-Murmuró avergonzado.
-Pero no son las manos de un hombre desocupado. Tienes unas manos interesantes, unas manos suaves que calman y excitan. Son casi mágicas-Sonrio Sergio-Un poeta tendría muchas cosas que decir sobre ellas.-Gracias-Fue todo lo que Max pudo decir. No pudo evitar soltar su manos para acariciar la cara del hombre y tampoco pudo evitar que sus ojos se llenaran de lágrimas.
-Buenos días esposo-Murmuró Sergio colocandoló sobre él -Bésame, Max.
-Yo...
-¿Qué pasa? ¿Soy un sapo?-Rio Sergio haciendole cosquillas, Max intento apartarse, riendo. Un brillo de descubrimiento brillaba en los ojos del hombre-Y además tienes cosquillas. Me encanta.
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Más que una herencia. ❉
RomanceNecesitaba salvar su casa y para eso tenía que encontrar...¡Un esposo!