Mientras Armando reía en silencio, sobre el contraste entre el Daniel de antes y después, Beatriz solo sentía angustia, y poco a poco, la cabeza comenzó a dolerle. Toda la información que escuchó hacía una media hora, era nueva y peligrosa. En un momento tan delicado como ese, Beatriz se sintió presionada y confusa.
—¿Será que a Danielito le provoca un cholatito caliente? —preguntó Armando, volteando para verlo mejor.
—Sí... —respondió en un débil susurró. No le agradaba la manera en que Armando se reía de él.
—¿Oyó Betty? Hay que hacerle chocolatito caliente al niño —le dijo Armando y estalló a carcajadas.
—Ay mi amor, no sean tan bobo —regañó Beatriz, conteniendo duramente sus risas.
Mientras Beatriz luchaba por contener la risa ante la situación de Daniel, decidió observarlo a través del espejo retrovisor. Con la luz del sol brillando intensamente, pudo ver las vendas que cubrían toda su cabeza, los rasguños en su rostro y su traje manchado de sangre. Cuando notó que Daniel miraba con tristeza por la ventana, las risas comenzaron a desvanecerse al sentir compasión por él.
Los rasguños y cortes en su rostro parecían peores de lo que realmente se veían. El bendaje que recorría su cabeza, le hacían verse más derrotado. Entonces Beatriz pensó en todas las cosas que le habían ocurrido, de cómo se sentiría aterrorizado, y más solo que nunca. En ese momento, ella no podía evitar pensar en sí misma y en la soledad que pasó en algún momento.
—Mi amor, ¿será que puedes salir primero? —habló Beatriz—. Quiero que veas a la niña, yo voy a parquear el auto. Y no, Daniel se queda. Te conozco muy bien Armando y sé lo que piensas.
Armando no dijo nada, ni protestó, algo muy inusual en él. Mientras Beatriz se dirigía hacia el estacionamiento de su apartamento, pensó en lo ocurrido, y en las miles de preguntas que tenía acumuladas. En ese momento, todas las voces le golpeaban en la cabeza, pero aún así, se sentía más enfocada que nunca.
—Eres muy callado —le dijo Beatriz, y Daniel sólo sonrió—. Es muy extraño, ¿sabe? Verlo de esta forma, admito que es gracioso... Pero no fue su incidente lo que nos causó gracias, ¿sí lo entiende?
—Eh... sí —respondió—. ¿Cómo era yo?
—Mira, el doctor dijo que no debemos esforzar mucho a tu memoria —informó—. Te lo contaré poco a poco, ¿te parece?
—Sí —respondió mientras regresaba al silencio.
Cuando Beatriz estacionó el coche y tomó su bolso, de este cayó el dulce que el chófer de Daniel le había entregado. Lo tomó entre sus manos, salió del auto y observó cómo Daniel también salía. Se le acercó de forma cautelosa, y con lentitud extendió su mano hacia él para mostrarle el dulce. Daniel la miró perplejo, y de repente, lo recorrió una sonrisa. Su rostro de pronto se relajó al ver la chocolatina extendida hacia él, y aceptó la oferta, agradeciéndola de forma silenciosa. Beatriz, quedó más tranquila ante aquella respuesta.
Cuando Beatriz empezó a caminar, notó que Daniel no la seguía. Al girarse, presenció la sorprendente escena de un hombre abriendo su dulce con concentración, mientras sonreía ampliamente. Luego, con alegría, lo devoró antes de correr y acercarse a su lado. Daniel se aferró a la manga de su abrigo, como si temiera perderse, saboreando el dulce como un niño.
—Me gusta este dulce —comentó Daniel—. Sabe muy rico.
—¿Ah, sí? —preguntó Beatriz, saludando al hombre de recepción—. ¿Qué otros dulces le gustan?
—¿Hay más?
—Sí, muchos más —le contó—. Muchos más, todos deliciosos como un buen jugo de mora.
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Perdido en la infancia | Daniel Valencia
Short Story(Betty la fea): Tras un accidente, lesiones impresionantes y graves problemas de memoria, Daniel Valencia tendrá que enfrentar su día a día sin recordar nada, salvo su supuesta edad de cinco años y la sonrisa de Beatriz.