ᶜᵃᵖⁱᵗᵘˡᵒ ᵈᵒˢ

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El sábado, justo después de lo que ocurrió con Ran, me desperté al medio día. Había estado durmiendo por toda la mañana. Mi cabeza me dolía y me sentía muerta, no había tenido ganas de levantarme de la cama.

Luego de quedarme por, al menos, diez minutos más acostada sobre mis cobijas, me obligué a levantarme. Había un espejo frente a la puerta de la habitación y ahí me ví de pies a cabeza, noté que llevaba un suéter gris y me recordé que no se lo devolví a Ran.

No sabía dónde vivía ni nada sobre él, no tenía manera de devolversela, pero pensaría en algo para poder hacerlo.

Era lunes e iba de camino a la escuela mientras pensaba cómo podría volver a encontrarme con ese chico. Habíamos hablado un poco y me había contado que él cuidaba a su hermano menor y que su hermano era su única familia. Por la manera en la que se dirigía a él daba a entender lo mucho que lo quería.

Las clases se pasaron rápido, ya estaba guardando mis cosas en la mochila. Salí del aula y me dirigí hacia la salida, hoy no iría a mi casa, quería regresar a aquel río al que Ran me había llevado.

Recordaba el camino por el que me llevó, el rubio, de regreso. Solo tendría que ir por ahí para estar en el lugar exacto en el que pasamos la noche hablando. Y tal y como pensé, logré llegar a la carretera por la que pasamos. Giré antes de pasar por el puente y bajé por aquella bajada que se formaba. El agua se veía transparente a la luz del día.

Dejé mi mochila debajo del puente e intenté acercar la hamaca que colgaba sobre el agua. Era bastante alto y si me caía iba a terminar empapada pero se veía divertido. Quería subirme a esa hamaca de madera que estaba amarrada a las vigas del puente.

Luego de un rato intentando acercar aquella hamaca, conseguí que se balanceara hacia mí y tomé la cuerda con ambas manos. Antes de subirme, con una manos sostuve la hamaca y con la otra me quité los zapatos, los calentadores y por último las medias. No quería que se mojaran. Me agarré muy fuerte y di un pequeño salto para lograr subirme en la hamaca.

Me empecé a balancear en un va y ven. Sentía como mis pulmones se llenaban de aire puro y mi cabello se desordenado con la dirección del viento. Aquel puente sobre mi no era transitado, de hecho se encontraba en bastante malas condiciones, por lo que estaba completamente sola y eso me agradaba.

—¿Kaori? —Aquella voz me sacó de mis pensamientos, no tuve que siquiera fijarme quién era, ya lo sabía.

Ran estaba caminando algo agitado por el cemento debajo del puente, acercándose hacia mi mochila. Se acomodó contra la pared y se sentó en el suelo, al lado de mis cosas, llenando sus pulmones de aire.

—¿Qué haces aquí? —Le pregunté extrañada.

—Me gusta venir aquí, te lo había dicho la otra vez.

La hamaca seguía balanceándose pero yo quería que se detuviera. Dejé de impulsarme con mis pies y esperé a que la tabla de madera dejara de moverse.

—¿Necesitas ayuda? —Ofreció Ran, sabiendo la respuesta que recibiría—. Impulsate hacia el lado, dónde estoy yo, y saltas.

—Pero me voy a caer. —Dije dudosa.

—Tranquila, yo te atrapo.

Aún no estaba segura del todo pero confié en Ran y empecé a balancearme de lado a lado esperando a que él me avisará cuando saltar. Y así fué, Ran me dijo y yo solo le hice caso y me aventé cerrando mis ojos.

Antes de caer ya sea en la fuerte corriente del río o en el cemento, Ran me apañó entre sus brazos y luego me dejó en el suelo, desviando su mirada para que no notará la vergüenza en sus mejillitas.

—Gracias...

Y como gesto de agradecimiento me paré sobre las puntas de mis pies y le di un besito sobre su cachete. Ran me miró sorprendido y solo le sonreí. Luego de que ambos nos quedaramos sin saber que decir, lo miré más detenidamente y noté como tenía gotas de sangre seca en la mejilla izquierda y algunas manchas rojas en su camisa.

—¿Eso es sangre? —Me acerqué y pasé mi dedo índice sobre aquella sustancia para comprobar que si era sangre—. ¿Qué sucedió?

—Nada, unos idiotas intentaron hacerse los muy machitos y les gané. —Explicó.

—¿Estás lastimado?

—No te preocupes, estoy bien. ¿No deberías de estar de regreso a tu casa? —Inquirió Ran.

—¿Por qué?

—Ya terminaron tus clases, ¿no?

—Pues sí, pero siempre estoy sola en casa y me aburro mucho, se me ocurrió venir aquí. ¿Tu no vas a la escuela?

—Yo ya pasé la escuela. —Dijo mientras se reía levemente—. Ya voy al colegio pero es muy aburrido.

Ran era un año mayor que yo, él estaba empezando el colegio y yo apenas estaba terminando sexto grado. Solamente que, a diferencia de mi, a Ran no le importaba no presentarse en las clases y, según me contó, casi nunca iba.

—Vamos a sentarnos. —Ran me tomó de la muñeca y caminó hacia la pared de cemento la cual estaba ahogada en grafitis.

Nos sentamos en el suelo y yo agarré mis cosas, mi mochila y mis zapatos y me los empecé a poner. Y luego de terminar, busqué entre mi bulto algún pañuelito y encontré uno blanco. Ran miraba atentamente lo que sea que yo estuviera haciendo entonces aproveché para ponerle un poco de alcohol al pañuelo y luego sostuve el rostro de Ran con una mano para con la otra mano limpiarle la sangre que aún tenía con el pañuelo. Él no se resistió en ningún momento.

—¿Y tu hermano? —Pregunté mientras seguía concentrada limpiandole la sangre.

—Se quedó en la casa, no tenía ganas de pelear contra los matones esos. —Yo lo escuchaba atentamente.

—Listo, ya tienes la cara impecable, ¿dónde más te lastimaste?

Ran levantó ambas manos y mostró sus nudillos desgastados. Primero tomé con delicadeza su mano derecha y pasé el lado limpio del pañuelito por encima. Luego pasé a la otra mano y hice el mismo procedimiento.

—Ya está.

—Gracias. —Agradeció Ran y luego miramos otra vez hacia el río.

El agua cristalina empezó a reflejar los colores cálidos del atardecer. Pronto regresarían mis papás y yo tendría que estar en la casa. Le dije a Ran y él con gusto ofreció acompañarme. Yo acepté.

Íbamos de camino a mi casa mientras hablábamos de todo un poco, ambos estábamos bastante entretenidos. En un abrir y cerrar de ojos ya nos encontrábamos en la calle donde se ubicaba mi casa. El sol y había caído y solo quedaban unos pocos rayos que pronto se irían.

Ran ya estaba apunto de despedirse hasta que yo me quedé estática viendo hacia la entrada de mi casa. El carro de mi tío se encontraba estacionada al puro frente.

—¿Qué pasa? —Ran notó como dejé de prestarle atención y puso su mirada sobre aquel auto—. ¿Ese no es el auto de ese viejo? —Dijo refiriéndose a mi tío mientras fruncía el ceño. Yo asentí.

No pensaba entrar a esa casa si mi tío se encontraba y Ran se dió cuenta de esto. Sin aviso alguno, Ran tomó mi muñeca y se dió media vuelta.

Me asusté un poco porque este no era otro de sus agarres normales y corrientes, está vez su mano estaba haciendo mucha más presión en mi piel, evitando que yo pueda soltarme.

—¿Qué haces Ran? —Empecé a forcejear pero de nada servía.

—No te vas a quedar ahí con ese viejo verde, vas a dormir en mi casa por hoy.

—Ran, no llevamos ni un mes de conocernos.

—¿Y? ¿O prefieres quedarte ahí y que ese cerdo te haga algo? —Bajé mi mirada, Ran tenía razón. Dejé de forcejear y él me soltó ahora yo lo seguía sin necesidad de obligarme.

𝐒𝐈𝐋𝐄𝐍𝐂𝐄 𝐎𝐅 𝐀𝐍 𝐀𝐍𝐆𝐄𝐋 ━━𝐑𝐚𝐧 𝐇𝐚𝐢𝐭𝐚𝐧𝐢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora