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Las despedidas duelen.
Pero duelen más cuando no te las esperas.
Cuando te despides por última vez pero no sabes que será el último  "adiós".

Las despedidas duelen cuando ambos tenían ganas de seguirse saludando, tal vez no por el resto de sus días , pero si por un ratito más, aunque sea un ratito más.

Las despedidas duelen cuando pensabas que jamás saldría de su boca un "adiós", o al menos no uno definitivo.

Me dueles.
Lo peor es que no nos dijimos adios.
No nos dijimos ese incómodo y doloroso "que te vaya bien", y aunque no te lo dije, yo quería que, aunque  te fuese bien o mal, siempre estuvieras conmigo.

Nuestros inexistente "adiós" me duele, pero como no me lo esperaba, sigo procesado la despedida con la esperanza de que no sea la definitiva, mientras tanto...

Espero que te vaya bien, y...adiós.

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