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Han le devuelve el beso, suave y tibio.

Los labios de Han son gotas de agua, la luz del sol. Hacen crecer flores entre las ruinas. Hacen crecer tréboles.

Minho tiene cuidado, se mueve despacio. Apoya dedos delicados sobre el hombro de Han y espera, le da tiempo de elegir.

—Siempre tenés el control —Han dijo esa noche. Su rodilla daba golpecitos contra la de Minho, sentados uno al lado del otro en el sillón. Han no se animaba a mirarlo a los ojos, pero su voz no tembló cuando dijo toda la verdad—. Me calienta. Pero quiero tomar decisiones yo también.

Han sostiene su muñeca y guía la mano de Minho hasta su pecho, las yemas de sus dedos rozando su clavícula. Minho acaricia ahí, solo donde Han lo permite.

Los latidos de Han besan su palma. Es perfecto, es suficiente.

Minho cede. Separa los labios cuando la lengua de Han presiona entre ellos, caliente y demandante y siempre dulce. Inhala profundamente por la nariz cuando Han atrapa su labio superior entre los dientes.

Deja que Han tenga el control. Deja que Han lama dentro de su boca, que sus dedos se enreden en su pelo y tiren, obligando a Minho a inclinar la cabeza al ángulo que Han quiere.

Es una sensación nueva, delicada como flores: entregarse para que Han haga lo que quiera con él.

Minho entiende por qué es importante. Sabe que no fue justa la manera en la que trató a Han antes, siempre tomando lo que quería y nunca dando nada a cambio, y se arrepiente.

La culpa es una capa de escarcha sobre los pétalos, solo se derrite cuando Han la toca.

Han respira hondo antes de hablar.

—Quiero besos —dice, porque está aprendiendo a reclamar lo que necesita tanto como Minho está aprendiendo a escucharlo.

Porque sabe que Minho ya no va a hacer nada que Han no le pida.

—Te estoy dando besos.

—Quiero más —Han insiste, consentido.

— ¿Dónde los querés?

Han apoya la punta de dos dedos sobre su labio inferior, enrojecido por los mordisquitos de Minho.

—En la boca.

Minho presiona sus labios sobre los de Han como si fuera la primera vez. Sube la mano por su garganta, sostiene su mandíbula.

Han es hermoso, soleado como un campo de tréboles.

—Quiero besarte por todos lados... —Minho dice.

—Tenés que pedir permiso. —Han alza el mentón tratando de verse intimidante, una ternura. Las comisuras de la boca de Minho se levantan en una sonrisita—. No podés hacer nada sin pedirme permiso.

Minho adopta una expresión seria antes de asentir; es importante. Sube la mano hasta la mejilla de Han y acaricia su pómulo con el pulgar.

— ¿Puedo besarte acá? —pregunta. Han asiente con la cabeza, pero Minho no puede tocarlo sin que Han lo diga, y Han lo sabe.

—Sí.

Minho deja un beso sobre su pómulo sonrojado. Han suspira, sus pestañas se sacuden.

— ¿Puedo besarte acá? —Minho repite cuando apoya los dedos sobre el punto en el que la mejilla de Han se une con su oreja.

—Sí...

Minho lo hace. Han se estremece debajo suyo. Los dedos de Minho recorren su rostro y se detienen entre sus cejas.

— ¿Puedo besarte acá?

Han se muerde el labio. Mira a Minho con picardía.

— ¿Qué pasa si digo que no?

—Si decís que no, no puedo besarte.

—Quiero que me beses... —Han levanta una mano para tocar entre las cejas de Minho, lo imita. Minho cierra los ojos.

—Entonces, tenés que decir que sí.

Han dice que sí.

Minho toca su arco de cupido, su mentón, el huequito en la base de su garganta.

Han dice sí, sí, sí.

Separa las piernas para hacer lugar y Minho encaja perfectamente entre ellas, sostiene los tobillos de Han para apoyarlos sobre sus hombros.

Han dice para que Minho pueda besar su pecho, para que pueda besar sus costillas y sí, sí para que Minho pueda besar arriba de su ombligo y justo sobre él.

Debajo de su ombligo, donde su panza es más blandita, Minho muerde, porque hay algunos impulsos que simplemente no puede controlar. Han empuja con los talones sobre su espalda.

—Sí, Minho —dice, cuando Minho toca el huesito del lado izquierdo de su cadera, y—: Sí, Minho, por favor... —Cuando toca el huesito del lado derecho.

Minho sostiene la parte de atrás de sus muslos y aprieta. Han tiembla.

—Minho, por favor.

— ¿Qué querés? —Minho susurra. Inclina el rostro hacia el interior de la pierna de Han, su aliento acaricia la piel erizada cuando habla—. Tenés que decirme qué querés.

—Besos.

— ¿Acá?

—Sí.

Minho presiona sus labios ahí donde están. Desliza la boca por la pierna, hasta el pliegue de la cadera.

— ¿Y acá?

—Sí, por favor —Han dice, y deja caer una mano temblorosa sobre el pelo de Minho—. Quiero tu boca.

— ¿Dónde?

Han está colorado. Su respiración se entrecorta cuando sacude la cadera para acomodarse, coloca las manos debajo de sí mismo, agarra sus glúteos para separarlos.

Se muerde el labio, evita decirlo en voz alta.

Minho baja la cabeza entre sus piernas, acerca los labios a donde Han es más sensible.

— ¿Querés mi boca acá?

Minho sabe lo que Han quiere. Sabe cuánto le gusta. Igualmente necesita escucharlo.

—Sí... —La voz de Han es un suspiro.

Su cuerpo se tensa, clava las uñas en su propia piel cuando Minho lo besa ahí. Deja caer la cabeza hacia atrás sobre la almohada cuando Minho lame y la punta de su lengua se traba en el contorno de su entrada por un instante.

Minho le da a Han lo que quiere. Han apenas puede contener sus gemidos. Sus piernas no paran de temblar, golpeando contra los hombros de Minho.

Sus ojitos llorosos se abren cuando Minho acaricia su abdomen, la capa de sudor que humedece su piel.

Han suelta el puñado de sábanas que estaba apretando, guía la mano de Minho justo donde la quiere: alrededor de su erección, caliente y húmeda. Minho lo envuelve, y Han se muerde el labio.

Los deditos de sus pies se contraen, raspando la espalda de Minho.

Minho presiona dentro suyo con la lengua, y Han se deshace, se derrite sobre la cama.

Pinta de blanco curvas bonitas sobre las flores.


Clover [Minsung] 🍀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora