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Tréboles. Un ramo de tréboles.

Están combinados con florcitas blancas y amarillas. No son más que simples yuyos, pero Felix las mira como mira todo, como Hyunjin lo mira a él: como si fuera la cosa más bonita del mundo.

Felix guarda el ramo dentro del vasito con agua que Minho le ofrece, y lo coloca como centro de mesa en el comedor. El vestido celeste que está usando, que Hyunjin cosió para él, lo hace parecer un pedacito de cielo.

Saca dos tréboles del ramo y usa uno para decorar el pelo de Han. Pasar Año Nuevo juntos fue su idea.

Después de la doble experiencia desagradable que vivieron en Navidad, Felix no quería separarse de su mejor amigo, así que Han convenció a Minho de dejarlos quedarse una noche en su casa y los tres armaron un campamento en el living. Minho se acostó a leer en su cama y estaba por apagar el velador para dormirse cuando Han apareció en la puerta de la habitación con un flancito y una sonrisa tierna, una invitación a sumarse al grupo.

Terminaron quedándose despiertos hasta el amanecer, compartiendo las empanadas que habían comprado en el camino de vuelta desde el hotel y los kilos de golosinas que Minho todavía llevaba en el baúl.

Salir del hotel resultó no ser tan complicado. Chan y Changbin caminaron delante de ellos como un escudo y los ayudaron a llegar al auto sin problema. No leyeron las noticias ni revisaron las redes sociales para ver cómo el anuncio había impactado en el público.

— ¿No te da curiosidad? —Hyunjin le preguntó.

—Nah —dijo Minho, agarrando con los dientes el caramelo que Han había pelado para él mientras manejaba—. Seguro que alguna celebridad se compró un perrito y el nombre de Lee Know ya no aparece por ningún lado.

Dos o tres días después, Changbin contactó a Chan para contarle que el guardia del turno noche confesó haber publicado las fotos y difundido la información. Minho dejó que decidieran entre ellos cómo resolverlo.

Minho estaba contento. Incluso después de anunciar frente a todo el mundo que se retiraba, no se sentía angustiado. Había recuperado más de lo que había perdido.

No logró escaparse de Chan, por mucho que intentó evitar la conversación que le debía. Chan venía detrás de ellos en su propio auto y, en cuanto estacionaron frente a la casa de Minho, aceleró el paso para caminar junto a él en dirección a la puerta.

—No estoy enojado —aseguró—. Estoy triste porque ya no vamos a trabajar juntos. Y estoy preocupado porque... Con lo mucho que amás escribir, Minho, ¿qué vas a hacer ahora?

Minho podía hacer cualquier cosa. No tenía que elegir una sola y no tenía que decidirlo en ese mismo instante. Ni siquiera tenía que dejar de escribir.

Todavía tiene todo el tiempo del mundo para probar cosas nuevas y descubrir cuáles disfruta más... y para estar con Han.

—Y estoy enojado —Chan continuó— porque no me avisaste, porque no me pediste ayuda para buscar una alternativa. ¿Por qué tuviste que hacerlo de sorpresa?

—Entonces estás enojado. —Minho lo miró con una ceja alzada.

Chan abrió la boca para discutir. Minho lo silenció con un abrazo.

—Te aprecio, Chan. Sigamos siendo amigos —dijo, antes de entrar a la casa.

— ¡Minho! —Chan se alegró—. ¡Decilo de nuevo! ¿Puedo tener una confesión de amor pública, yo también?

Chan no se quedó en el campamento en el living esa noche, pero aceptó la invitación a la cena de fin de año que Minho le envió al día siguiente, un mensaje de voz que Felix grabó sosteniendo la manito de Han en la suya.

Ahora Chan ayuda a Han a poner la mesa y sonríe con cariño al ver a Hyunjin robar una florcita del ramo y acomodarla junto al trébol en el pelo de Felix.

Parado al lado del horno, Minho mira a los cuatro con una sonrisita inevitable en la cara. Han se acerca a la cocina y se para frente a él, apoyando los antebrazos sobre la isla.

— ¡Está todo listo, chef! —dice con alegría. Minho se obliga a ponerse serio.

— ¿Todo listo? —pregunta, estricto— ¿Doblaron las servilletas? ¿Sirvieron las bebidas? ¿Alinearon los cubiertos?

—Tsch... —Han pone los ojos en blanco—. Sos muy exigente.

—No estuve amasando todo el día para que la mesa esté fea.

— ¡Yo también cociné! —Han se cruza de brazos y pone cara de enojado.

—Solo rallaste la mozzarella.

— ¡Y revolví la salsa!

La campanita suena cuando el temporizador del horno se detiene. Han se acerca para ayudar a Minho a sacar las pizzas del horno, servirlas en tablas de madera y cortarlas en porciones.

—Gracias —dice Minho sinceramente.

—Solo estoy sosteniendo esto...

Minho acaricia su pelo con la mano libre. Han sacude las pestañas.

—No podría haber preparado la cena sin vos —Minho dice, y Han se pone colorado—. Gracias.

Antes de llevar la comida a la mesa donde los otros tres esperan sentados, Han lo abraza. Le da un besito en la mejilla al mismo tiempo que tira de las cintas alrededor de su cintura para desatarlas.

—Te quiero, Minho —le dice al oído. No es la primera vez.

Han dijo te quiero la mañana siguiente, enredados entre las sábanas en el piso del living, usando el pijama que Minho le había prestado. Dijo te quiero esa misma tarde, caminando por el parque para ver el atardecer, antes de llegar a la calesita y sentarse a charlar en los caballitos.

Siempre lo dice bajito, con timidez, en momentos envueltos de silencio, y Minho no necesita nada más. Ninguna declaración pública, ninguna carta de amor al final de una novela, puede detener el tiempo como un te quiero de los labios de Han, susurrado en secreto.

Han termina de quitarle el delantal con una sonrisa. Minho le devuelve el beso.

Nada puede acelerar el corazón de Minho como los besitos que Han le regala.

Están jugando piedra, papel o tijera para decidir a quién le toca lavar los platos cuando se hacen las doce. Después de brindar, Felix corre al patio y los demás salen detrás de él.

Los primeros fuegos artificiales explotan de color rojo, luego dorado. Minho toca el dije de ámbar, el corazoncito que Han le regaló y Minho siempre mantiene cerca del suyo.

Han se relaja sobre su pecho cuando Minho lo abraza por la espalda. Deja caer la cabeza hacia atrás para apoyarla sobre el hombro de Minho.

—Hola —dice, mirándolo a los ojos. Su voz se combina con el ruido lejano de los fuegos artificiales, suaves e impredecibles, lluvia de verano golpeando la ventana—. ¿Puedo desearte feliz año o no creés en Año Nuevo?

Minho se ríe. Aprieta la cintura de Han con los brazos y hunde la nariz en su pelo. Huele a flores que crecen en lugares imposibles, a pasto recién cortado, a todos los lugares que todavía tienen que conocer juntos.

Campos de tréboles y la luz del sol y la idea de futuro.

—Feliz año, mi vida.

—Feliz año, Minho.

Han sonríe. Su mirada guarda estrellas que titilan de todos colores.

Minho es feliz, no quiere cerrar los ojos.

—Tengo un regalo para vos —Han dice.

En sus manos abiertas, un trébol de cuatro hojas.

Clover [Minsung] 🍀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora