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Tréboles. Un campo de tréboles.

Minho los ve cuando bajan la colina, después de pasar la mañana avanzando por el camino rural para alejarse del hotel. Están solos; no se escucha nada más que la fricción de las ruedas sobre la tierra húmeda.

Minho disminuye la velocidad hasta poder apoyar un pie en el suelo y la bicicleta frena con un movimiento entrecortado.

Las manos de Han, sentado en el portaequipaje sobre la rueda de atrás, aprietan su cintura.

— ¿Bajamos acá? —Han pregunta apoyando el mentón sobre el hombro de Minho.

Minho suelta el manubrio por un instante para acariciar su pelo.

—Si querés que vayamos más lejos, te toca pedalear.

—No quiero pedalear —Han murmura.

Minho le da palmaditas en la pierna. Han toca sus nudillos con un dedo tímido.

Minho sabe que no pueden vivir escapando. No tienen mucho tiempo; en cuanto alguien se de cuenta de que se fueron y venga a buscarlos, están atrapados.

—Abajo, bebé.

—No soy un bebé.

Minho sabe que Han tiene miedo. Necesita encontrar una solución.

—Sos mi bebé —susurra. Y se muerde el labio, frustrado, porque no sabe en qué momento se convirtió en esto.

Han se agarra de él para bajar de la bici. Hyunjin detiene la suya al lado de ellos y Felix baja del manubrio pegando un saltito, su mirada curiosa sobre el campo.

— ¡Tréboles! —señala.

Empiezan justo al borde del camino, donde todavía hay barro de la última lluvia, y se extienden sobre las colinas hasta el horizonte verde que recorta el cielo. Se mezclan con el pasto y brillan bajo el sol, que logró disipar por completo las nubes de tormenta.

Felix se adentra en el campo trotando, su pollera rosa volando alrededor. Los demás dejan las bicis tiradas en el suelo y caminan detrás de él.

Han sostiene su mano. Minho sonríe, tratando de transmitirle algo de calma. No sabe qué decir.

Besa el dorso de la mano de Han antes de tirar de él para sentarse juntos en el suelo, cerca de Felix que se agachó a mirar algo en el pasto. Hyunjin se estira con las manos detrás de la cabeza, inclina la cara hacia el sol y cierra los ojos.

Minho levanta las mangas de su camisa hasta los codos. Acaricia la mejilla de Han cuando se recuesta sobre su hombro y suspira.

Debería haberlo pensado antes: cómo revelar su identidad afectaría a las personas cercanas a él. Cómo cambiaría la vida de Han.

Su vida juntos.

Minho no quiere poner a Han en peligro. Y no quiere perder lo que tienen.

— ¿Qué hacemos ahora? —Han susurra.

Minho no tiene un plan, pero conoce a alguien capaz de resolver cualquier problema.

Necesita caminar unos cuantos pasos hacia un lado para encontrar señal, y Han lo sigue.

Logra llamar a Chan después de algunos intentos. Han le hace señas pidiéndole que ponga la llamada en altavoz para poder escuchar la conversación él también. Se queda parado junto a Minho, jugando nerviosamente con las manos.

Minho sostiene su mejilla, acaricia su ceja con un dedo tratando de que relaje la cara de preocupado.

—Me alegra que me llames —dice Chan, en vez de hola. Suena como te lo dije, pero Chan jamás diría algo así—. Estuve tratando de ubicarte. ¿Viste las noticias?

—No necesito ver las noticias —Minho responde. Es Han el que saca el celular del bolsillo del pantalón y se pone a buscar algo. Lo que encuentra oscurece sus ojitos—. El hotel está lleno de gente buscándome.

—Espero que no sea la policía.

—Bueno... Sí robamos dos bicicletas.

Chan suspira, y también suena como te lo dije.

— ¿Le pasó algo a tu auto?

—Quedó estacionado en el hotel. Tuvimos que escapar por la puerta de atrás.

Chan se lo dijo. Chan le advirtió del problema en el que se estaba metiendo.

Cuando Minho cayó a la madrugada en su casa con una pila de hojas recién impresas, todavía tibias, Chan leyó la mitad y le aconsejó no publicar un libro tan alejado de su estilo.

Minho lo rechazó cuando Chan intentó devolverle el manuscrito. Le rogó que terminara de leerlo, era importante.

Chan leyó el libro completo ese mismo día. Llamó a Minho para pedirle explicaciones sobre el último capítulo y Minho dijo la verdad: había perdido a Han, quería confesar su identidad como Lee Know para recuperarlo.

Chan podría haberle dicho que era un estúpido, pero no lo hizo.

Lo que hizo fue detallar todas las posibles consecuencias de exponerse al público como Lee Minho. Le aseguró que lo mejor que podía hacer era hablar con Han en privado, contarle su secreto y buscar una solución juntos. Una solución que no implicara ventilar al resto del mundo la única pieza de información que valoraba más que a su propia vida.

Y a pesar de lo mucho que admira a Chan y confía en él, Minho eligió desestimarlo.

— ¿Dónde están ahora? —pregunta Chan.

—No tengo idea —Minho contesta.

Parecía demasiado poco. El secreto era importante, pero Han también lo era.

Y no era que Minho valorara mucho su vida.

Nada tanto como a Han.

Minho no podía mostrarle a Han cuánto significaba para él sin sacrificar una parte de sí mismo. Y si Han no volvía, al menos sabría toda la verdad.

— ¿Puedo renunciar? —Chan suena cansado.

Minho sabe que es una broma. Igual hace un ruidito de dolor.

—Preferiría que no lo hicieras.

Han lo abraza por la cintura cuando Minho corta la llamada. Lo abraza fuerte, casi hasta hacerlo jadear.

—Está bien —dice, y apoya la mejilla en el pecho de Minho.

Se aferra a él como las raíces de las flores haciéndose lugar entre las ruinas a pesar del polvo.

—No me importa que tengas fans. No me importa que sepan dónde estamos.

Frota la frente contra el pecho de Minho como tratando de aclarar las ideas. Minho apoya las manos sobre sus hombros.

—Podemos recuperar el auto y volver a casa —Han dice—. Va a estar todo bien.

Minho quiere llorar. Han lo aprieta más fuerte.

—Quiero estar con vos, Minho. No me importa que todo el mundo sepa quién sos. No me importa lo que piensen.

No me importa que tengas secretos, Han le dijo esa noche, en el sillón. Me gustás, Minho. Te perdono.

Minho le devuelve el abrazo.

—Quiero que estemos juntos, Minho.

Han se para de puntitas para esconder la cara en el cuello de Minho como hace cuando está por dormirse.

—Si estamos juntos —dice—, va a estar todo bien.

Minho le cree.

Felix encuentra un trébol de cuatro hojas. Lo sostiene en ambas manos con delicadeza. Hyunjin acaricia sus dedos, le pregunta dónde va a guardarlo, y Felix le pide ayuda para engancharlo en su pelo.

Están sentados en ronda en el suelo cuando Chan pasa a buscarlos en su auto, entrado el mediodía. Cargan las bicis robadas en el baúl —no es para tanto, solo las tomamos prestadas un rato. Cuando lleguemos, las dejamos donde estaban y nadie se va a dar cuenta de que desaparecieron. No pongas esa cara— y hacen el camino de vuelta al hotel.

Desde el asiento de atrás, Han lee las noticias en voz alta.

Clover [Minsung] 🍀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora