Parte 15

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Alicent tenía miedo a los dragones. Su padre siempre le repetía que eran peligrosos y le advertía que nunca se acercara a uno, llenandole la cabeza de posibles escenarios fatales . Rhaenyra nunca logró se subiera a Sirax, probablemente jamás lo hubiera logrado, pero ahí estaba la omega a cuestas, prácticamente arrastrándose al lomo de Caraxes. El dragón, tal cual dijo Daemon, no se portó agresivo. Alicent sentía su corazón iba a explotar en cualquier momento tan cerca de la enorme cabeza, tan sólo esa parte del escamoso cuerpo era el doble de grande que ella, pero el platinado tomó su mano y la hizo tocar la panza de la criatura alada.

Dohaeras, Caraxes, Lykiri...

Alicent sintió la temperatura de la palma del alfa sobre su propia mano, mientras bajo sus dedos ella podía captar el temblor de las cálidas respiraciones del dragón. Soltó un chillido cuando Caraxes torció su cuello y dirigió hacía ella sus enormes ojos, abriendo ligeramente sus fauces. Pero no retrocedió, limitándose a cerrar los ojos acuosos, con el brazo de Daemon más cerca de ella.

El dragón la olfateó y bufó, su jinete le dijo otras palabras, entonces la joven se dobló ligeramente por el ardor en su herida, esforzándose en seguir de pie.

Su cabello se sacudió por las enormes alas rojizas del mismo color torciendo el viento, al igual que la falda de su vestido, luego Caraxes se sacudió y miró afuera respirando el aire caliente. No se quejó cuando Alicent estuvo también sobre la montura, sosteniéndose de Daemon como si su vida dependiera de ello, ahogando sus gritos mientras el dragón marchaba afuera hasta agarrar impulso y volar.

Al igual que le dijo Nettles, arriba el aire era denso y Alicent apenas podía respirar, pero al menos desde arriba la herida no dolía. El furioso viento golpeaba directo en su cara, se esforzó en abrir los ojos, los cuales picaban por el azote del aire, giró la cabeza al lado observando una silueta mucha más pequeña volar junto a ellos. Los rizos oscuros de Nettles fueron fácilmente reconocibles sobre la criatura, así como su piel oscura y voz sagaz.

La confusión no tuvo tiempo de surcar la mente de Alicent antes que Daemon descendiera por el mar y bajara la velocidad, un poco de agua mojó a la omega luego que la cola del dragón chapoteara el agua, pero ella no se amedrentó ni molestó por ello. Pasando la conmoción, vió los delfines a lo lejos nadando y pasaron varios barcos, desde la perspectiva aérea todo lucía más pequeño y fascinante.

"Libertad", fué la palabra que cruzó la mente de Alicent, relajando sus hombros.

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El faro aún no estaba encendido cuando Caraxes descendió sobre la isla Batalla en la ciudad de Antigua. Robaobejas se entretuvo revoloteando unos segundos más, al parecer Nettles estaba más emocionada que el propio Aegon por conocer el lugar. Oldtown no recordaba la última vez que tuvo un dragón cerca, pero todos los académicos, septos y septas abandonaron sus clases por la curiosidad de ver a los dos enormes dragones. Todos los ciudadanos subieron la mirada o salieron al borde de sus ventanas.

Daemon tuvo que regañar a Nettles con la mirada por entretenerse demasiado, entonces ella hizo un puchero bajando con el bebé. Reconociendo a Caraxes, el Lord Hightower envió de inmediato un par de carruajes y entonces Alicent respiró hondo al volver a pisar después de tanto su viejo hogar en el asentamiento de su familia. El príncipe soportó las frivolidades hasta que un maestre fué el primero en recibir a Alicent, sin poder creer hubiera cruzado el mar en su estado débil.

Siguió a Nettles hasta que la dejaron en la habitación que prepararon rápidamente para el bebé, la joven nodriza no tardó en lanzarse con unos juguetes. Luego de revisar todo el aposento, Daemon volvió sobre sus pasos con Alicent, el maestre le susurró que ella estaba bien, entró dando un asentimiento y encontró a su omega jugueteando con un pañuelo y un dulce.

Los Dragones LloranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora