El ruido del cuerpo estampado con el suelo hizo Alicent diera un respingo, y se sacudiera los brazos de Daemon para saltar a estrechar a Gwayne, negándose creer que hubiera sido herido mortalmente. Iba a vivir, sólo tenía que ser atendido...
—¡DAEMON, UN MAESTRE! ¡RÁPIDO, SE ESTÁ DESANGRANDO!– Vociferaba, intentando colocarse de pie, con el pulso casi explotando y sus oídos zumbando a pesar que sólo ella se escuchaba. Los demás pudieron escapar, su tío necesitaba poner a salvo a sus propios hijos y esposa, Gwayne entonces necesitaba levantarse para que la ayudara a ver si Aegon también estaba a salvo.
No confiaba plenamente en nadie más que él. Luego de su experiencia en el burdel no podía confiar del todo en nadie, era el único que estaba segura la querría y buscaría como sea, incondicional y leal. Dudaba la atención de Daemon siguiera en ella cuando pasaran sus mejores años como mujer, tenía claro su propio padre priorizaría el bien mayor y su deber por sobre ella, el resto de su familia la querían pero no del mismo modo que su hermano entrando a un burdel sólo porque ella estaba ahí y necesitaba ver estuviera bien.
Su vientre hormigueó, y sintió que se partía en dos tan pronto intentó levantar a Gwayne, pero no se detuvo, implorando por ayuda.
Tan fuerte fueron sus gritos que Ormund regresó trás haber dejado a su omega e hijos seguros, y trajo al maestre que tanto imploraba su sobrina, el anciano pedía a la joven alejarse, pero ella se negaba a hacerlo, porque Gwayne había dejado de mover sus dedos entre las manos de ella, y temía lo que pasaría si lo soltaba.
No entendía bien de qué. Apenas podía respirar, Gwayne pesaba y el dolor la estaba matando, su cuerpo entero se retorcía insistiendo en no soltar a su hermano pese a las advertencias del maestre, mudas a sus oídos.
Atrás sentía a Daemon tirando de sus hombros, logrando rodearla con sus brazos mientras le decía que tenía que soltarlo. Alicent lloriqueó y negó frenéticamente a todos, repitiendo el nombre de su hermano.
Su padre también volvió, y al intercambiar una mirada con él, esperando otra vez ver la expresión fría que indicaba tenía la solución para cualquier situación, lo que encontró fué la angustia desgarradora tan temida.
Sintió el cansancio y la sangre escapando de su propio cuerpo invadirla de pronto y de sus brazos resbaló Gwayne con sus oscuros ojos abiertos sin pestañear. En su mente podía tener la imagen infantil de su hermano jurando iba a entrenar mucho para que nadie se atreviera a lastimarla. Cuando en sus fantasías el mundo no era tan complejo. De tener aunque sea una pizca de vida, no se quedaría inerte mientras ella tenía esa herida abierta en su vientre.
Daemon la sostuvo antes que cayera desplomada en el suelo, con un brazo bajo las piernas y otro sosteniendo su espalda, entonces instintivamente Alicent colocó una mano sobre su vientre y otra sobre el pecho del príncipe, susurrando en un hilito de voz:
—El bebé...
—Debemos ver a Aegon.
—Aegon...– La del cabello rojizo jadeó, abriendo de par en par los ojos.
Nadie más resultó herido, sólo ella y Gwayne al defenderla, los guardias y el septo que custodiaban el lugar. Fué premeditado, y no podían ignorar la reputación que le presidía a ella como ex trabajadora sexual y Aegon, un bastardo. Su corazón a ese punto latía tan rápido que sentía podía explotar en cualquier momento, atemorizada.
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Rhaenyra bajo la dirección que su tío le dió, encontró dónde estaba la habitación secreta rápidamente, conmocionada al ver ya estaba abierta y el sonido metálico de unas espadas, así como el llanto de un bebé se escuchaban.
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Los Dragones Lloran
Fiksi PenggemarPor una noche de pasión a causa de una copas, Alicent es vendida a un burdel dónde da a luz al primogénito de Rhaenyra. En el burdel se ve obligada ejercer como prostituta hasta que un encuentro con Daemon cambiará su destino.