Parte 7

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Alicent buscó la protección de Daemon en forma inconsciente tan pronto Corlys se puso en pie, y el príncipe apretó de vuelta su mano bajo la mirada de Rhaenyra. El hecho la omega tuviera el olor de su tío tampoco le agradó, formando una expresión iracunda hacía el príncipe.

El cinismo con el que el príncipe Daemon sonreía alzando la barbilla, y Rhaenyra se acercaba a la Omega en forma protectora, enfureció a la Serpiente Marina. Fué igual que si le hubiesen dado una bofetada en la cara, y a su hijo en el proceso. Corlys se puso de pie, e indignado dijo:

—¡Esto es una vil burla a mi hijo, y a mi casa! ¡¿Qué intenciones tienen?!– Su vista se posó sobre el rey, quien parecía estar demasiado atónito para hablar, mirando a Alicent igual que si fuera un fantasma demacrado. Muy por el contrario, con el vestido de un fuerte color rojo jamás la Omega lució más hermosa.

Otto esperó unos segundos a qué el rey reaccionara, se colocó en pie sin apartar la vista de su hija, y aunque su expresión siempre estuviera fría, hubo un indescriptible sentimientos reflejado en sus ojos, que hizo Alicent tuviera esperanza esta vez si contara con su defensa.

La última vez que se habían visto, el rey había ordenado le diera un castigo a Alicent por haber yacido en el mismo lecho que Rhaenyra. La Mano sabía su deber era seguir las órdenes del monarca, pero aún así replicó debían esperar la cabeza de la casa Hightower llegara para tomar una decisión. Viserys se negó a su petición, y entonces Otto permaneció en silencio un largo rato, antes de finalmente ceder. Luego Alicent había sido azotada, y vendida a su primer amo.

Fué un duro golpe en su relación ese momento, pues aunque Alicent no era ingenua respecto al nivel de poder en la corte, entendía si no lo hacía toda su familia podría ser declarada traidora, pero de todos modos la Mano era también su padre. El mismo que la dejó de lado, y sólo su hermano Gwayne reprochó esa acción abiertamente con todo el riesgo del mundo.

Otto rompió el contacto visual con su hija, dirigiéndose a la Serpiente Marina dijo:

—¡Lord Corlys, está malinterpretando! Jamás pondríamos una puta aquí en la fortaleza roja, y menos ante usted.

—¡¿Y por qué la estoy mirando ahora?!

Mientras Corlys continuaba protestando, la omega sólo apretaba los dientes resignada. Alicent no se esperó una reacción diferente, tenía un conocimiento básico de cómo funcionaba la política. Pero escuchar esas palabras de su padre igual removieron la angustia que se esforzaba en ignorar, bajando la vista afligida. Con lo manchada que estaba, ella ya no entraba en ese mundo.

—¡Esto debe ser otra de las ideas de Daemon!- Intervino Viserys, rodeando la mesa del consejo para acercarse al otro grupo. Rhaenyra se colocó delante de Alicent, la cual seguía apretando la mano del príncipe cada vez más tensa conforme el rey se acercaba– Hablaré seriamente con mi hermano y mi hija.

—¡¿Quieres hablar?! ¡Bien, dime por qué me dijiste estaba muerta!– Reclamó Rhaenyra altanera, llena de cólera.

—¡Aquí no, Rhaenyra!– Viserys intentó alejar a su hija de Daemon y Alicent, pero la princesa se negó obstinadamente.

—¡Quiero hablarlo ahora!– Enfrentó al rey, alzando la voz.

—Rhaenyra– Pronunció el monarca arrastrando las palabras, severo. Raras veces estaba en verdad molesto, normalmente dejaba todo pasar y disminuía el tema al mínimo o lo ignoraba, pero la escena que estaba pasando era imposible de ser pasada por alto. Miró sobre el hombro de su hija, su expresión sombría al encontrarse con el rostro nervioso de Alicent. El aroma agrio que delataba temor en la omega era intenso, al igual que la firmeza comprobada gracias al aroma de Rhaenyra.

Los Dragones LloranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora