Parte 16

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La bolsita que Gwayne una vez le regaló llena de dinero a su hermana era protegida por Alicent fervientemente. De vez en cuando mientras lo recordaba, tenía ganas de ir hasta el mar, hundirse y no levantar la cabeza hasta quedarse sin aire en sus pulmones, pero los balbuceos de su hijo la distraían de esos impulsos. Su familia luego del funeral parecían tener un acuerdo simultáneo de no nombrar a Gwayne, no obstante, sus tíos la observaban atentamente siempre que cenaban o se acercaba a ellos. Incluso luego que su herida sanó lo suficiente para poder caminar sin bastón ni vendas tenía a sus primos rodeándola cuando caminaba en los jardines sin compañía, impidiéndole estar sola mucho tiempo.

Su padre se marchó rápidamente luego que enterraron el cadáver de Gwayne, y la verdad Alicent lo prefirió así. Las pesadillas atacaban su mente en las noches, muchas veces no sólo veía a su hermano desangrándose sino a su ex amo del burdel, obligándola a volver a ese horrible trabajo y por mucho que llamaba a Daemon, no aparecía en esos desagradables sueños. No hasta que finalmente abría los ojos y se encontraba entre los brazos del príncipe.

Cierta noche simplemente estuvo rodeada de oscuridad, una fría y terrorífica penumbra sin nada a la vista, ni siquiera podía verse a sí misma. Alicent ya estaba tan acostumbrada a tener pesadillas peores, así que en lugar de alterarse se dedicó a caminar abrazándose a sí misma.

"Daemon, Daemon...", pensaba repetidas veces siempre que se encontraba atrapada en eso.

El maestre que la atendía le decía que si pensaba en lo que más la hacía sentir segura entre las pesadillas, se calmarían poco a poco.

Suspiró y tocó su vientre, presionando con las yemas sobre la tela de su vestido. El dolor de su herida desapareció pero no podía evitar imaginar que estaba más hinchado, rememorando las pataditas que Aegon le daba cuando aún no nacía. De no haber sido apuñalada, en ese momento tendría seis meses de embarazo.

Con triste resignación, apenas con el consuelo Daemon y ella seguramente tendrían muchos hijos como ella siempre soñó, apretó entre sus manos el pequeño cuchillo delgado, sintiendo su estómago revolverse con la imagen mental de su hermano siendo apuñalado y desangrándose. No obstante, tragó saliva, arrojando el arma de la forma que el príncipe le indicó.

Se quedó clavado unos segundos apenas la punta en la tabla pegada a la pared y luego descendió al suelo junto a otros cuchillos arrojadizos. Alicent acarició su hombro, sintiendo su brazo sufrir todavía mientras se acostumbraba a la técnica.

—Ma, ba...– Aegon tiró de su falda, gateando hasta sus pies.

—Mi hermoso bebé– Lo levantó en brazos, sonriendo levemente y lo cargó contra su pecho, observando la corta melena plateada meciendose con los movimientos del bebé.

Aegon se rió y un poco de baba se deslizó por su barbilla, Alicent quiso llorar por la enorme nostalgia, ante su destino y las muchas vueltas que dieron durante el último año. Sólo tenía catorce cuando lo trajo al mundo y poca esperanza, sosteniendo un frágil cuerpecito sin tener mucha idea de qué hacer, levantándose para lavarlo y teñir su cabello. Recordó a Gwayne logrando escabullirse en el burdel en medio de su trabajo, apresurándose a conocer a su sobrino. Su hermano odiaba esos lugares, pero iba a recordarle que no estaba sola. Así como lo hizo el día que perdieron a su madre siendo niños, no tenían un padre amoroso y fué aún menos afectuoso luego de enviudar, pero se tenían entre ellos.

Entrelazó sus dedos con la tersa y pequeña mano de su hijo, tarareando unos segundos antes de prometerle:

—Jamás me apartaré de tu lado, eres mi vida, mi cielo.

Aegon estiró los brazos y Alicent rió levantándolo, el bebé balbuceó mientras ella lo movía como si estuviera volando. Podía recordar la sensación, su miedo y su visión terrorífica de los dragones se rompieron cuando subió en Caraxes junto a Daemon.

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⏰ Última actualización: Jul 25 ⏰

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