Daemon posó una de sus manos bajo la barbilla contraria, subiendo su mirada hasta que establecieron contacto visual. Alicent se sintió completamente desnuda, como si él pudiera verle de esa manera incluso el alma. Un escalofrío recorrió su columna vertebral. Tragó saliva obligandose a sí misma abrir más su camisón, exponiendo sus redondos senos firmes a pesar de la lactancia.
Cerró los ojos preparada para lo que seguía, siempre mostrarse a sí funcionaba para avispar a los alfas más renuentes. No obstante, la mano del príncipe que sostenía su barbilla bajó a su cuello, y luego se deslizó entre sus clavículas suavemente. La piel que tocaba pronto se volvió cálida, y Alicent lo sentía muy extraño, todavía sin atreverse mirar.
Daemon siguió su recorrido sobre el cuerpo de la joven, como si quisiera dibujar sobre ella un cuadro minucioso o evaluarla de pies a cabeza, y amasó uno de los pechos, tallando en los oscuros pezones círculos tiernos que hicieron estremecer a la muchacha. Sobre sus muslos empezaba a secretar algo húmedo, parecido al recuerdo de su primera vez en la habitación de Rhaenyra cuando fueron una.
Los grandes dedos experimentados repentinamente abandonaron su cuerpo, y el príncipe se dirigió a la mesa donde Alicent dejaba el vino que su hermano le traía para sobrellevar la tormentosa situación. Sin decir una palabra, sirvió dos copas, y se sentó en la cama señalando con un gesto de la cabeza a su lado.
—Gracias– Asintió con la cabeza gacha Alicent, tomando asiento confundida.
—Creí te vendieron lejos de aquí– Finalmente habló el príncipe, tomando de un largo sorbo todo el contenido.
—Ojalá hubiera sido así– Contestó amargamente Alicent, mirando fijamente su copa. La garganta se le resecó, y bebió de un trago rápido. El contenido calentó su boca y estómago, arrugó la nariz, suspirando.
—¿Mi sobrina...– Hizo una pausa, pensativo, y entonces continuó:– ... Ella sabe estás aquí?– Echó un vistazo de soslayo a la joven, con algo parecido a la pena, pero no dirigida a la que estaba con él.
—¡No lo sé, y no te atrevas a decirle!– Exclamó Alicent iracunda, agudizando su expresión. No dudaba Rhaenyra la buscaría si se enteraba, probablemente también la tomaría como consorte sin importar su otro compromiso, porque ella era así de intrépida y obstinada. No sólo sería una vergüenza para la casa Hightower alguien de su sangre cuya reputación estuvera arruinada estuviera en la fortaleza roja, las otras casas no tardarían en mostrar su descontento y el mismo rey Viserys también. Rhaenyra siempre fué la heredera y estuvo conforme con eso, esperando con ansias el día fuera la reina regente. Alicent no iba a quitarle esa alegría por una noche de copas.
Daemon soltó una risa similar a un bufido, susurrando “claro, claro”, y replicó:
—No me gustan de mala actitud.
—No me gustan los que son como usted– Concordó ella, indiferente.
—Claro que sí, por culpa de alguien como yo te vendieron– Cruzó las piernas, posando sus ojos sobre la botellita con el teñido que Alicent usaba para su hijo. La omega lo tenía siempre cerca como un recordatorio del por qué se esforzaba en esos actos pecaminosos, pero no quería Daemon sospechara nada del bebé– ¿Tiñes tu cabello de tu propio color?
—¡Ella no es igual, no repita esas palabras!– Reclamó Alicent, y se apresuró a guardar la botella en una gaveta– ¡Tomamos mucho ese día! He escuchado de usted, ha probado todos y cada uno de los omegas, a veces unos alfas– Se acercó lentamente con coraje al príncipe, respirando agitada, su sien palpitaba, pero mantuvo el tono suave aunque mordaz. Daemon alzó una ceja, esbozando una sonrisa sin mostrar indicios de vergüenza– Siempre arriba.
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Los Dragones Lloran
FanficPor una noche de pasión a causa de una copas, Alicent es vendida a un burdel dónde da a luz al primogénito de Rhaenyra. En el burdel se ve obligada ejercer como prostituta hasta que un encuentro con Daemon cambiará su destino.