Bajo un árbol yacía Jungkook de trece años, lo único que quería era despejar aquel dolor que en su pecho sentía, no podía creer que su corazón doliera tanto porque la persona que tanto quiso haya simplemente dejado de existir. Jungkook hace unos días se había enterado que su novia había muerto en un accidente automovilístico y para su joven corazón era algo doloroso.
Tanto la quiso que el dolor era algo opresor, sin embargo, ninguna lágrima rondaba por su rostro, no sabía el por qué no lloraba, pero aún así lo agradecía: ella no hubiera querido verle llorar.
Jungkook ignoraba completamente que era observado por unos ojos avellana. Taehyung podía ver claramente el sufrimiento en el otro, no eran necesarias las lágrimas para demostrar la tristeza, él lo sabía más que nadie; la pérdida de su padre fue devastadora, sin embargo no lloró porque su padre no lo hubiese querido, pero el dolor le quitaba toda energía y ver a alguien importante marchar de aquella manera era terrible. Cada día veía al pelinegro bajo el mismo árbol todos los días, le gustaba ver su belleza natural, acompañada de pequeñas manchas de luz las cuales se filtraban por las hojas del gran árbol; agradecía que fuera su vecino. No lo sabía aún, pero estaba comenzando a enamorarse de su mayor.
Jungkook suspiró con pesar mientras una mueca se instalaba en su rostro, todo le resultaba odioso, tal vez porque era apenas un infante que no sabía acerca del mundo, él creía que lo podía controlar todo. Tenía que sacársela de la cabeza de una vez, de todas formas, solo habían sido pareja unos seis meses a lo mucho, pero fue muy importante para él, aunque sabía que no era del todo amor.
Sus ojos viajaron por todo el lugar a la espera de poder olvidar sin ningún éxito, en cambio, con lo único que pudo encontrarse fue con unas brillantes orbes avellana. Un golpeteo en su pecho se hizo presente, apartó la mirada enojado, pero ¿por qué? Su vecino le provocó un latido, los latidos que únicamente le pertenecían a ella. Un odio hacia Taehyung comenzó a formarse, un odio que no tenía el más válido fundamento, un odio de un simple joven de trece inmaduros años.
…
Jungkook lo odiaba, claro que lo hacía. Odiaba cada vez que el menor sonreía, por mínima que fuera la situación; odiaba su amigable trato hacia otros; odiaba cómo aquellos lindos ojos le miraban con devoción. Lo odiaba solo por ser él.
Taehyung... Ese nombre le causaba asco y sus ganas de destruirlo eran enormes por el simple hecho de parecerse al nombre de su difunta novia, Taeyeon. Pensándolo bien y con la cabeza fría: era una comparación estúpida.
El niño genio le causaba repulsión, verlo en su casa o estar en la suya le irritaba, tener que soportar su odiosa voz era una tortura de la cual no quería ser el castigado. Ese ser tan inocente le enojaba y al mismo tiempo le gustaba. Sí, lo que más odiaba era su bonita sonrisa, de la cual se olvidaría al momento de comenzar a destruirlo indirectamente.
Jungkook rumoreaba a sus espaldas como el cobarde que era, no quería mancharse las manos al momento de hacer sufrir al menor. Todo se le hizo más fácil cuando un día el menor se le declaró frente a sus amigos y a quien tenía por novia. Verlo golpeado y humillado cada día le hacía perder, poco a poco los recuerdos de su primera novia, le hacía sentir satisfecho y orgulloso; hacerlo sentir menos era su dosis diaria, golpearlo, insultarlo y rechazarlo era su forma de poder olvidar.
Aunque el asco y la repulsión hacia los sentimientos del menor eran falsos, pues solo tenía miedo a volver a caer por alguien, era simple temor.
El jugar con Taehyung fue una excusa para poder tener lo que tanto necesitaba de una persona: cariño. Una excusa que solo se guardó para Jungkook. El orgullo lo carcomía a cada segundo, por tanto, jamás amaría a Taehyung en su totalidad.
El tomarlo por primera vez fue la gota que derramó el vaso de su paciencia, no podía negarlo por más tiempo. Estaba completamente enamorado de Taehyung, más de lo que llegó a estar de Taeyeon.
“El que se enamora pierde”, aquella frase tan cliché era tan cierta.
Fue su culpa y la de su orgullo el no querer aceptar sus sentimientos a tiempo. Siempre fue su culpa destruir su propia felicidad.
“Vamos, dime ahora quién está sufriendo”. La voz de su razón siempre estaba presente en su cabeza. “Dime, solo dímelo”, torturándolo con sus errores.
El pequeño Jungkook yacía bajo el mismo árbol dándole la espalda al ahora maduro Jungkook. El pequeño giraba lentamente sobre su eje al mismo tiempo que las hojas caían marchitándose y desintegrándose antes de caer al suelo. Jungkook no apartaba la mirada de su antiguo yo.
—Es nuestra culpa. — susurraba el menor con lágrimas en sus ojos, lágrimas que por nada del mundo dejaba mostrar por muy devastado que estuviese, pero ahí estaba él, con los ojos rojos y los labios tembloroso —.Es nuestra culpa —repetía con el palpable dolor en su voz.
Jungkook trató de acercarse, sin embargo este se desvaneció en partículas de polvo; parpadeó ligeramente al ver su alrededor inundado en llamas, flamantes e incesantes llamas. Sus ojos se centraron en una figura tras el fuego, una figura que jamás podría olvidar: era Taehyung.
Jungkook trataba de gritar su nombre, pero su voz no salía. Corrió y corrió tras él, pero las duras palabras del contrario le hicieron caer en un profundo y frío abismo que se abrió bajo sus pies.
“Te odio Jungkook”.
Las palabras taladraban en su cabeza con fuerza y sin piedad. Estiró su brazo en un intento inútil de alcanzar a Taehyung antes de que el abismo se cerrase.
“Sin importar que... yo a ti te amo, Taehyung”, gritó al ver que todo se oscureció a su alrededor.
…
Jungkook abrió los ojos desmesuradamente, el sudor empapaba todo su cuerpo y su respiración era errática. No supo en qué momento y cómo fue que ahora estuviera a punto de caer por un puente. Se dio cuenta que todo su cuerpo sangraba y dolía, poco a poco comenzaba a recordar el porqué de estar ahí.
Recuerda el haber ido a beber a un bar lejos de su departamento, sabe que fue a beber por Taehyung, eso jamás podría haberlo olvidado; recuerda el haber comenzado una pelea para que acabasen con él (estúpido); recuerda el haber conducido algo ebrio y adolorido hasta dar con aquel puente.
Dar el paso estaría bien, ¿no? Caer y terminar con el dolor de ambos estaría bien. Ya no quería sentir dolor, ya no quería tener la misma pesadilla de su error. Se burlaba de sí mismo al ser tan patético, no quería seguir amando a Taehyung, él ya estaba con alguien más, ese alguien que siempre estuvo ahí para el menor; alguien que, inconscientemente, le calentaba la cabeza y hacía que Jungkook actuara por sus impulsos pero no lo culpaba, no tenía por qué culparlo de sus malas decisiones.
Con las yemas de sus dedos limpia las gruesas y traicioneras lágrimas que se acumulan en las esquinas de sus ojos, estaba listo para terminar con todo, aunque al subir el barandal, al sentir el frío aire golpear su rostro y estar a solo un paso de morir, vuelve a escuchar aquella voz.
“Huyes como siempre. ¿Qué parte no entiendes de que lo único que mereces es sufrir. Morir solo te libraría de aquello, eres un maldito cobarde”.
Un mareo le hace tambalearse, los golpes en su cuerpo le han dejado de doler, sin embargo eso no evita que gire sobre sus talones y su cuerpo caiga sobre su espalda hacia el abismo. Es su fin.
— ¡JUNGKOOK!
Nos leemos luego
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¿Qué se siente estar en mi lugar? •KookTae•
Fanfiction©Drakonk NO ADAPTACIONES NI COPIAS NI PDF