Capítulo 6: Una pelea amable

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Presente: Enero 2022

Mi madre me enseñó que debo agradecer los favores que el resto me hace, si un conocido me lleva a la puerta de mi casa debo ser educada e invitarlo a entrar... a menos que me caiga mal, claro está.

Isaac me cae mal.

Si ese demonio entró en mi departamento es porque se metió sin invitación ni permiso.

Kevin no está, por supuesto, lo que vuelve mi hogar ligeramente menos lúgubre de lo habitual. Pero es inevitable dejar de sentir un pálpito de preocupación en el fondo de mi corazón.

—Ese cuadro es horrible —señala nada más mirar a su alrededor. Está señalando una simple imitación, pero es cierto, ese cuadro es realmente horrible.

—¿Entraste a quejarte de mi decoración? —lo reprendo, cuelgo mi abrigo en el perchero de la entrada, justo al lado del suyo.

—Esto no lo elegiste tú, a menos que tu gusto haya cambiado en tres años —se burla, camino hacia la cocina, puedo escucharlo siguiéndome—, aunque... bueno, pasar de mí a Gustavo fue un cambio radical, para peor, por supuesto.

—¿Disculpa? —exclamo. Se encoge de hombros, odio ese suéter marrón que lleva puesto por encima de la camisa estilo polo—. Lo nuestro ni siquiera fue una relación, y después de ti hubo tres más, entonces vino Kevin.

—Interesante —murmura con los ojos fijos en mi rostro.

—¡No me psicoanalices! —me quejo, odio que haga eso, no se supone que sepa por qué actúo como lo hago o qué significan mis gestos involuntarios.

—Este tipo... —señala una foto junto al sofá donde Kevin y yo sonreímos con el mar de fondo, esas fueron nuestras primeras vacaciones juntos— no me gusta.

—Qué bueno porque, ya sabes, es mi prometido —replico. Sus ojos se ponen en blanco como si no soportara ese tipo de respuestas por mi parte.

—¿Estás segura de querer casarte con alguien que te recrimina ser infértil y te causa una lesión en la muñeca por tener sexo? —cuestiona con expectación.

Lo miro fijamente, la sensación de llanto se avecina como una avalancha hacia mí, y quisiera decirle que me ayude porque realmente no estoy segura de nada, quiero que me diga si estoy siendo estúpida, si está bien que no haya disfrutado del sexo que tuve con Kevin esta mañana, si es normal que me haya sentido forzada y herida.

Isaac debe de notarlo en mis ojos, avanza un paso con indecisión, pero se detiene en el momento que la puerta del departamento se abre y entra Kevin con una bolsa marrón en las manos.

—Cielo, te traje rosquillas, pero solo había con relleno de chocolate —anuncia con el mejor humor del mundo. Pestañeo rápidamente para espantar las lágrimas y le dedico una mirada de advertencia a Isaac.

—Volviste temprano —digo con felicidad fingida, Kevin voltea dándose cuenta de la presencia de Isaac, su sonrisa se tensa visiblemente.

—No me dijiste que tendríamos visitas —dice con el malhumor de vuelta. Me acerco rápidamente a ellos.

—Me encontré con Isaac en el hospital, se ofreció a traerme.

—Oh... bueno, eso fue amable por su parte —murmura, me entrega la bolsa con rosquillas de forma suave, sus ojos registran mi muñeca herida—, debiste llamarme, te habría ido a buscar.

—No quería molestarte —descarto enseguida. Miro a Isaac, sus ojos marrones no se encuentran tan alegres y maliciosos como siempre.

—Tal vez debiste llevarla, después de todo fue tu culpa —se mete. Odio cuando hace eso.

Querido orgulloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora